Nací a fines de los años setenta, crecí con un auge impresionante de televisión de influencia completamente norteamericana. Cuando eres niño las letras BBC no significan nada, y Deutchwelle es una marca de hot dogs. Viendo Las Aventuras de José Miel, Automan y Los Tranformers uno crece con una visión irónicamente ecléctica pero al mismo tiempo de embudo. Canal cinco e imevisión no ofrecían nada más allá de series gringas, sitcoms, anime y caris de Filmation. De todo el volúmen de TV que mi hermana y yo vimos creo que lo mejorcito fueron los Looney Toones y una amplia gama de caris de los hoy occisos Joseph Hanna y William Barbera. Uno crece y los gustos no mejoran, sólo cambian. La TV se adapta a la sociedad dándole lineamientos de estilos de vida, sin embargo Gubern nos plantea que es la sociedad la que inadvertidamente cambia la TV. Una serpiente que se come su propia cola. La sociedad tiene el poder de rechazar algo que no le gusta, pero también la TV se "monta en su macho" y puede hacer que nos guste a fuerzas.
Yo soy adepto de esta última idea. Soy un cheloveco rutinario, y me guío más por la programación en TV que por el reloj en mi muñeca o en la pared. Es genial poder despertar en el segundo episodio de Kim Possible y estrar a bañarse en cuanto termina. Enciendes la TV en la cocina y mientras desayunas ves Friends, se termina el episodio y te lavas los dientes, tomas tus cosas y sales de casa. Años he manejado mi vida en torno a la hora en que comienzan y terminan los shows en el tubo. Cuando tengo suerte pasan algo que me gusta, cuando no, no me queda de otra que ver el telediario. No me desagrada pero tampoco me cuenta una historia, no una formal, con introducción, desarrollo, nudo y desenlace. El telediario adolece de un elemento que a mí me es esencial, la Diégesis.
De repente, la gente tras la TV se da cuenta que no nos gusta un show sino un tipo de show. Surge entonces el género, donde podemos ver a la misma gata revolcada y adaptándose miméticamente a la tendencia que ella misma va sugiriendo con el paso de cada temporada. A últimas fechas ya ni siquiera se toma la molestia de crear nuevos personajes bajo un modelo, se chuta un refrito. Entonces surge en el telespectador la necesidad. Como la mía, de que rija mi horario. No voy a ver lo que quiero, voy a forzarme a ver lo que me pongan, y escogeré el canal donde pasen el género de mi predilección ¡y todos ganan! (not). No puede ser que estemos tan acostumbrados a ver TV y ahora a "criticar" la TV a tal grado que nosotros nos convencemos de que nos gusta lo que nos presentan. Ver la tele se ha convertido en un acto cotidiano que compartimos con los demás, por farolear, por demostrar nuestra personalidad, por obtener reconocimiento, por vernos reflejados en ella, por "distraernos" y "divertirnos" (que es lo mismo) o sencillamente porque lo hacemos desde quién sabe cuándo.
Tenemos de repente un programa de televisión de Zombies sólo porque hay mercado para ello, y nada más. Una muestra de mercado basta para hypearlo y que se exienda a personas que con curiosidad lo ven para saber de qué se trata el Buzz y se ven "atrapados" por el show cuando en realidad ellos mismos se convencieron en un efecto placebo de que es genial. Y no lo es.
The Walking Dead es un ejemplo de cómo un concepto que tiene unos 50 años en los medios que no son mainstream puede echarse a perder cuando llega a la pantalla del televisor donde la caca brilla. El niño de primaria que veía caris y el adolescente de las series estúpidas pero cool pasó unos años en la Uni y cuaz de repente se da cuenta que teniendo tantos libros con una estructura narrativa verdadera y realmente apasionante, la tle muestra cosas que no tienen el mínimo contenido. Desepcionante. Nos tienen frente al tele en actitudes de "guau" y "yeay" cuando está lejos de serlo. Imita al cine, al buen cine, y arranca las mismas expresiones vácuas.
No niego que sigo disfrutando la caja idiota. Pide mucho y da muy poco, y sin embargo hoy creo que con un poco más de conciencia la dejo entrar en pequeñas dosis a mi vida, esperando llegue el día en que me desintoxique de ella y pueda, gracias a la apertura del internet, buscar verdaderos programas de tele que tengan contenido y significado. Los hay.
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