lunes, 29 de diciembre de 2008

Una Reflexión

Pasada Navidad viene a mí esta pequeñita reflexión. Celebramos, entre ottras cosas, el nacimiento de Jesús (de ahí Natividad), sin embargo en México muchísima gente le dice "el niño Dios"... ¿cómo puede Dios ser niño? Dios es tres personas, en la religión católica claro, es Padre, Hijo (Jesús) y Espíritu Santo. Jesús es Hijo de Dios, nace de María, es humano si bien actúa haciendo milagros, así que él siendo bebé no puede ser Dios. De hecho su niñez es bastante normal, "humana" por así decirlo. Vaya mi punto final es, no se le debería llamar el Niño Dios, debido a que a) Dios jamás ha sido niño, b) Jesús no nace niño, es un bebé y c) Es ocioso reflexionar en la semántica lingüistica sabiendo que el uso hace la regla, sin embargo. El idioma está para describir las cosas ¿no?...

domingo, 28 de diciembre de 2008

Hogar Navideño Última Entrega

La ardillita estaba bastante a gusto ahora que ya estaba instalada en casa de nuevo. Algunas de las bellotas que tenía en el almacén se habían caído, pero en general todo estaba en orden. Una vez que hubo hecho su inventario y sacudido un poco, se quedó pensativa. Era imposible mover su árbol. Si quería conservar su hogar, tendría que permanecer dentro de la casa de los humanos. Y estaba ese perro que no dejaba de rondar el árbol esperando a que se asomara.
Decidió que no saldría hasta que algo mejor se le ocurriera.
Llegó la nochebuena y la casa se llenó con un aroma exquisito a pavo relleno con almendras. La ardillita tenía aún algunas bellotas, pero este aroma era completamente nuevo para ella, y muy seductor. Se acercó al agujero que era la puerta de entrada a su madriguera y sacó la nariz para oler el aire.
Mhmmmmm, qué rico olía eso. Decidió que no se quedaría sin darle una probada... y el perro estaba decidido a echarle la garra encima en cuanto ella saliera de su madriguera.
Los niños pasaban horas sentados frente al árbol, esperando ver a su invitada, pensando aún en cómo ayudarla... pero ni una ni otra cosa sucedía. El abuelo a veces se sentaba junto a ellos y les decía que le preguntaran a Jesús que qué haría él. Y los niños bajaban la mirada, veían la figurilla y por momentos, instantes, parecía que podría darles la respuesta...
Así llegó la horade la cena y todos se sentaron al a mesa. El abuelo a la cabeza de la mesa, y antes de partir el pavo, los miró a cada uno. Sus ojos se humedecieron y les sonrió, sin decir nada, bajó la cabeza, dio gracias y comenzó a partir el pavo. La alegría salió de él una vez más y todos pudieron sentirlo. Incluso Mott, había dejado su puesto de centinela en el árbol para ir al comedor y sentarse junto al abuelo, esperando su hueso.
Fue cuando la ardillita sacó por primera vez en días la cabeza. Se asomó y cuidadosamente revisó que nadie la estuviera viendo. El rico olor al pavo provocó que de hecho saliera y se parara sobre una de las ramas del árbol. Bajó otra más y el cling, cling de una esfera, alertó a Mott, quien roía ya un hueso. Primero levantó las orejas, y después levanto la cabeza del plato y la vio a mitad de la sala... fue cuando el pequeño, que estaba sentado viendo hacía allá, gritó:
- ¡La ardillita, la ardillita!
Todos voltearon instintivamente y fue cuando Mott se levantó y corrió hacía donde estaba la ardillita, ésta se espantó, y mucho más rápidamente que Mott corrió al árbol y de un brincó subió hasta su madriguera y se metió dentro. Mott instintivamente intentó hacer lo mismo ¡y brinco sobre el árbol...!
Las niñas gritaron, el abuelo cerró los ojos y el pequeño apretó los dientes. Papá y mamá levantaron los brazos y todos se quedaron callados una vez que el árbol, cayó al suelo.
Mott se levantó de entre las ramas y se dio cuenta de lo que había hecho. Gimió y con el rabo entre las patas caminó hacía un rincón. El pobre sentía que había arruinado la Navidad...
El abuelo, corrió hacía su nacimiento, todos hicieron un ademán de querer hacer lo mismo pero se detuvieron ante el horror de que alguna de las figurillas se hubiese roto...
- Jesús...
Dijo en voz baja y alarmado el pequeño que se acercó detrás del abuelo y se asomó sobre su hombro... nadie se inmutó. El abuelo volteó a ver al pequeño y éste sostuvo la respiración. El abuelo se enderezó un poco y le mostró la figurilla de Jesús, intacta.
- Todas están bien...
Dijo el abuelo con voz aliviada. Y todos respiraron y se acercaron al árbol. Muchas de las esferas estaban rotas, la estrella estaba bien, pero un ángel había perdido la aureola y un santa Claus un bracito. Mott, echado en una esquina, chillaba y gemía. El abuelo volteó a mirarlo y Mott gimió aun con más tristeza... el abuelo se le acercó y Mott cerró sus ojos. La gruesa mano del abuelo lo acarició en la cabeza...
- No te preocupes viejo amigo... no pasó nada, no pasó nada... todo sea como el árbol, el bosque está lleno de ellos.
Mott levantó la cabeza y aun triste, intentó sonreírle al abuelo... pero no lo logró.
- ¡Abuelito, abuelito, qué vamos a hacer, tu arbolito está arruinado!
El abuelo levantó la mirada y sonrió. Se acercó a los niños y les dijo:
- No se preocupen por el árbol. Hay muchos otros, pero lo más importante es que ya sé qué hacer para ayudar a la ardillita gris...
- ¡La ardillita! ¿estará bien?
- ¿Ya sabes qué hacer abuelito?
- Así es hijos, Jesús me dijo qué era lo que debería de hacer...
- ¿Y que te dijo abuelito, qué te dijo Jesús?
El abuelo hizo que todos fuesen al comedor, y dejó al pequeño solo en la sala. Con un trocito de pavo en la mano. Se puso en cuclillas frente a el árbol y estiró la mano... nada pasó. Volteó, y miró al abuelo que observaba desde el comedor. Fue cuando de entre las ramas, salió la naricita de la ardilla. El pequeño volteó a verla súbitamente y la ardillita se metió de nuevo. Una vez más se quedó inmóvil y la ardillita salió de nuevo. Poco a poco la ardilla fue saliendo, y en pocos minutos, comía de la mano del pequeño.

Y así, la pequeña ardillita pasó con ellos la Navidad y el año nuevo. El abuelo enderezó el árbol y aunque con menos esferas, un ángel desaureolado y un Santa sin brazo, siguió siendo el árbol de la Navidad y hogar de la ardilla. Hasta Febrero, que el abuelo y los niños salieron al bosque. El pequeño con la ardillita al hombro, y Mott, caminando a su lado. Muchos árboles en el bosque, repitió el abuelo, eso fue lo que me dijo Jesús cuando vi que estaba bien, que había muchos árboles en el bosque. Así que los niños recolectaron todas las bellotas que pudieron encontrar y soltaron a la ardillita para que escogiese uno de entre todos los que habitaban el bosque. Esto tardo un rato, pero cuando lo hubo hecho, colocaron la bellotas en él y el abuelo colocó un letrero que había tallado que decía:
Hogar.
A partir de ese año, cada Febrero sembraron un pino que con los años era cortado para convertirse en el árbol de Navidad y pusieron mucho cuidado en no cortar de nuevo, un hogar.

Fin

Dic 20, 2001.
Con edición adicional Dic. 12, 2004.
Diego Mendoza.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Hogar Navideño, segunda entrega.

Estuvo de pie por espacio de una media hora. Sin moverse ni un centímetro, con el vaho saliendo de su pequeña nariz, los pelos de su cola se movían con el viento y la bellota que traía estaba aun en sus patitas delanteras. Un trozo de tronco aun sobresalía de el piso y era cubierto de nieve paulatinamente. Soltó la bellota y dio unos pasos hacía él... intentó oler el tronco, pero no percibió nada nuevo.
Cuando dio otro pasó cayó dentro de un hoyo en la nieve. Salió de él, y se dio cuenta que había muchos otros, y que rastros de su hogar, estaban esparcidos sobre aquellos huecos. Instintivamente, supo que su árbol se había ido. No sabía cómo y no estaba pensando en eso. Pensaba en sus bellotas, en lo que había almacenado para el invierno. Ningún ardilla podría sobrevivir al invierno en un árbol sin tener el abastecimiento de bellotas que hacen durante el otoño.
Estaba decidido. Tendría que seguir los huecos y los rastros, hasta encontrar su árbol. Si los árboles se van, tienen que estar en algún lado, y ella encontraría en qué lado estaría el suyo. Movió la colita y comenzó a trotar en dirección de los huecos y algunas espinas de pino.

En el camino tuvo que detenerse un par de veces, al parecer el árbol estaba un poco más lejos de lo que ella había imaginado al principio, pero no anochecía y si esto llegaba a suceder, siempre podía pasar una noche en algún otro árbol. Lo importante era no pasar más de tres, sin encontrar el suyo. De lo contrario, no sobreviviría el invierno. La caminata duró mucho, y sus patitas estaban muy frías cuando vio a lo lejos la cabaña. Se detuvo y observó detenidamente la cabaña. Era la primera vez que veía una y tal vez fue por eso que sin miedo alguno se acercó a ella.
Pasó junto a la camioneta y brincó al alféizar de la ventana. Cual sería su sorpresa al ver su árbol ahí dentro... ¡y aun grupo de humanos poniéndole basura encima! Su colita vibró de coraje y decidió que ese era su árbol, esos humanos no tenían por qué estarlo ensuciando... entraría y limpiaría su árbol, entraría a su casita y pasaría ahí el invierno.
Pero... ¿cómo entrar? Estuvo dándole varias vueltas a la ventana y no encontró forma alguna de entrar. Bajó de la ventana y rodeó la casa. Nada. Una de las puertas emanaba más calor que las otras, era la de la cocina, que estaba en la parte de atrás de la cabaña. Estuvo unos momentos ahí de pie mirando la puerta pero no encontró abertura alguna.
Pasó la noche pegada a esta puerta.

A la mañana siguiente, despertó con un sobresalto, pues Mott salió por su portezuela a hacer sus necesidades perrunas como todas las mañanas. Fue cuando ella se dio cuenta que sí había una forma de entrar. Sin mirar al perro, que se dirigía con prisa hacía unos matorrales, intentó empujar la portezuela sin éxito. En eso estaba cuando sintió la respiración de Mott en la colita. Volteó lentamente y Mott comenzó a gruñir. La ardillita sabía lo que eso significaba y antes de que Mott le pudiera dar una mordida, saltó a la ventana y de ahí, con presteza subió al techo. Mott se quedó abajo, gruñendo y mirando hacía arriba. Desde dentro, se escuchó a una de las niñas gritar Mooooott, y aquel entró a la casa dejando tras de él la portezuela balanceándose.
La ardillita bajó cautelosamente e intentó abrir la portezuela una vez más. Estaba muy pesada y pudo moverla sólo un poco. Esto requería de astucia.

Así que fue a la ventana más cercana y comenzó a chillar y a brincar. Mott pudo detectarla rápidamente y el pequeño pudo también verla en la ventana. Mott se dirigió a la portezuela y la ardilla también. Cuando Mott salió de un salto y la portezuela dio el primer vaivén, la ardillita saltó dentro y dejó a Mott con un palmo de narices. El pequeño se dirigía a la cocina también y cuando vio a la ardilla entrar a toda velocidad gritó:
¡Una ardilla, una ardilla!
Una de las niñas la vio cruzar la sala e internarse en el árbol de Navidad y grito:
¡Ahaaaaaa! ¡Mamá, mamá, una rata se metió al arbolito!
El abuelo salió de su cuarto rápidamente y le preguntó a la pequeña que en dónde estaba la rata. El pequeño corrió a la sala y le dijo al abuelo:
No es una rata, es una ardilla, es una ardillita gris...
Tras de él venía Mott, farfullando. De inmediato se acercó al árbol y comenzó a ladrarle ruidosamente.
¡Mott! ¡Mott, cállate ya!
Gritó el abuelo, y Mott volteó a mirarlo con las orejas caídas.
¿Estás seguro de que era una ardillita café?
Sí, sí, entró por la puertita de Mott y corrió hacía acá...
Y se metió al arbolito abuelito... se metió a tu arbolito...
Ya, ya... es nuestro árbol y seguramente ese árbol era el hogar de nuestra amiguita...
Pobrecita, abuelito ¿por qué cortaste la casa de la ardillita?
Él no sabía que era la casa de la ardilla- Gritó el pequeño defendiendo a su abuelo.
No se griten... no, no lo sabía y debí de haber revisado el árbol antes de haberlo cortado...
¿Y que vamos a hacer abuelito? ¿Se va a quedar a vivir la ardillita en tu arbolito?
No puede vivir en tu arbolito abuelito
Sí, sí puede porque es su casita- Replicó una vez más el niño hacía sus hermanas.
Ya, niños ya. Miren niñas la ardillita tiene todo el derecho de vivir en su casita- y continuó, mirando ahora al pequeño- pero este árbol ya no tiene raíces y se secará. La ardillita no podrá vivir ahí para siempre...
Los niños miraron al árbol tristemente y luego voltearon a ver al abuelo una vez más. El abuelo entendió lo que pasaba por las mentes de sus nietos, así que puso su rodilla en el piso y ellos se acercaron a él.
Miren niños, tendremos a la ardillita gris de invitada durante la Navidad, pero tenemos que pensar en algo para ayudarla, no se puede quedar ahí.
Los niños miraron a su abuelo con alegría de saber que la ardillita se quedaría, pero con tristeza de no saber qué hacer para ayudarla.

Concluirá...

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Hogar Navideño Primer entrega

HOGAR NAVIDEÑO

Las pisadas de sus gruesas botas hacían crunch, crunch en la capa de nieve que cubría el suelo del bosque aquella mañana. El vaho salía de su nariz y lo hacía parecer un tren cruzando el bosque. Una locomotora roja, fuerte y pesada.
Caminó por espacio de cuarenta minutos y cuando llegó a un claro, lo vio a la distancia. Se detuvo sólo por un momento y suspiró. La locomotora soltaba su humo, detenida momentáneamente, como si estuviera acumulando fuerzas para un arranque repentino.
Era muy hermoso. Tenía unos dos metros y medio de alto, frondoso con algunas piñas aun en sus ramas. Y su olor, el aroma era indescriptible y fue el elemento para la decisión final. Descubrió sus dedos enguantados, tomó el hacha y el primer golpe resonó seco y hueco por todo el bosque.
En cuestión de minutos estaba en el suelo. El crunch, crunch se mezclaba ahora con el hush, hush que hacán las ramas contra la nieve. La gran locomotora roja cargaba ahora un gran árbol de Navidad.
Cuando el abuelo llegó a la cabaña. Fue recibido por el alegre Mott, quien, moviendo la cola le preguntó cómo le había ido en un ladrido alegre. Antes de entrar, se sacudió la nieve de las botas y sacudió un poco al gran árbol. Mott revoloteaba alrededor del árbol y metía la nariz entre las ramas. Una vez dentro el abuelo colgó su gran abrigo rojo y en mangas de camisa comenzó a arreglar la base del árbol.
La gran cabaña no tardó en llenarse con el dulce aroma de pino. Una vez que hubo terminado y colocado el árbol en el lugar adecuado, puso sus gruesas manos en su cintura y dio un respiro.
Mott ladró, queriendo comenzar a adornarlo ahora que ya estaba en su lugar. Pero el abuelo volteó mirarlo y haciendo tst, tst con la boca y moviendo la cabeza de un lado a otro dijo
No Mott, tenemos que esperar a que lleguen ellos...
Mott bajó las orejas y dio un ladrido con el cual aceptaba, aunque no muy convencido, que tenía que esperar.

II

Las niñas fueron las primeras en bajar de la camioneta y correr a los brazos del abuelo. El pequeño miró la escena desde la puerta y caminó con calma hacía el abuelo. Su gorro le llegaba a la orilla de los ojos y su mirada era dulce y brillante. El abuelo al mirarlo, bajó a las niñas y diciéndoles que entraran a la casa, caminó al encuentro del pequeño.
Lo alzó en brazos y con una enorme sonrisa le dijo:
¿Estás listo para este año?
El pequeño devolvió la sonrisa asintiendo repetidamente. Sin bajarlo al suelo, lo llevó dentro.
Todos quedaron maravillados ante el aroma del árbol. Haa, hoo, salía de sus bocas abiertas, mientras se paraban alrededor de éste sin ponerle atención al nervioso y ansioso Mott, que se paseaba por entre sus piernas. El pequeño se quitó un guante y estiró la mano lentamente, rozó las ramas y se detuvo ahí un instante.
Finalmente, la hora había llegado.

El abuelo bajó del desván las viejas cajas de cartón que contenían luces y esferas, escarcha y adornos, angelitos, renos, elfos y un par de Santa Clauses. Durante el transcurso de la tarde estuvieron colocando con detalle, esmero y cariño cada uno de los adornos, mismos que eran puestos cada año, desde hacía mucho, antes incluso de que los niños nacieran. La estrella era puesta por el pequeño, mientras era alzado por el abuelo y todos se acercaban, lo ayudaban y palmeaban en la espalda. Pero dieron un paso atrás; abriéndole paso a la caja de madera, con la flor de nochebuena tallada en la tapa...
El cofrecillo de la abuela, que contenía el nacimiento.
El nacimiento era colocado al final y cada figurilla de madera tallada, era cuidadosamente sacada por el abuelo, a quien a veces se le humedecían los ojos al hacerlo, todos le sonreían tiernamente y él se limpiaba con su pañuelo rápidamente, los miraba y les decía que qué esperaban, que fueran poniendo las figuras. Desenvolvía cada figura, doblando los cuadritos de tela uno por uno y colocándolos en la cajita. Donde esperarían pacientemente hasta el dos de Febrero, cuando recibirían de nuevo a sus moradores...
Poco a poco, mientras el abuelo sacaba las figurillas, éstas eran colocadas en la casi maqueta que él construía especialmente para la escenificación del nacimiento. La última figura era la de Jesús y era probablemente la más bella de todas.
Un bebé que no era el clásico regordete, con la mirada de santo. Era más bien un bebé en completo reposo, con los ojos cafés bien abiertos, atento, y cabellos negros... El cuadro representaba a primera vista que sus padres, los reyes y los pastores lo amaban. Pero al verlo después de un rato, esa figurilla estaba representando al amor que Él siente por ellos...
Cuando hubieron terminado de adornar el árbol, y el pequeño Jesús fue colocado en el pesebre, el abuelo se levantó y saco de la alacena una botella de rompope y galletas; se sentaban todos alrededor del árbol sobre la alfombra y platicaban hasta que los niños se quedaban dormidos, Mott, dormía con el pequeño.

Continuará

sábado, 20 de diciembre de 2008

Ya va a venir.

- ¿De veras va a venir, mamá?
-Claro que vendrá...
-¿Crees que me traiga todo lo que le pedí? ¡me he portado muy bien!
-Seguramente, él sabe cómo nos hemos portado todos a lo largo del año.
-¿Y como es que sabe todo eso? ¿desde dónde nos ve? ¡porque nos ve! ¿verdad?...
-No exactamente, usa la magia de manera muy sencilla.
-¡¿Cómo?!, ¡¿cómo?!...
¡Rinnng!
-En un momento te lo explico... sí diga..no es posible...en este momento salgo para allá...
¡click!
-Tengo que salir por unos minutos, por qué no preparas unas palomitas y te sientas a ver la tele en lo que regreso.
-¿Pero no te tardas?...
-claro que no.
-¿Y me vas a explicar lo de la magia? ¿y de cómo nos ve?...
-Tenlo por seguro, por qué no intentes usar la magia ahorita, inténtalo y verás cómo funciona...
-¡Sí!
-No tardo nada pórtate bien.

Va a venir, y usa la magia, y nos ve a todos. ¿Cómo le haría yo si fuera él?... creo que no usaría una varita mágica, eso está pasado de moda, quizá use una computadora mágica en donde nos tiene a todos registrados como en mi escuela, o tiene satélites espías como los agentes secretos, de esa forma ¡podría estarme viendo ahorita mismo! Será mejor cambiar de mantequilla a naturales, a lo mejor si no me las como me trae más juguetes, pero eso sería desobedecer y es lo peor que puede uno hacer, mejor me las como. ¿Cómo le hará? Nos ve... me ve... y a mi mamá la veía cuando era niña. O sea que debe ser muuuuy viejito, pero muy fuerte también, aunque para eso tiene ayudantes. Siempre se toma la leche y se come las galletitas que le dejo, mamá dice que si me tomo la leche me pondré muy fuerte, eso lo explica. Junto con lo grande de su barriga, cuanta leche no tomará en una sola noche, ¡y cuántas galletas! Más que papá o mi tío juntos. ¿La leche será mágica? No lo creo, aunque me dijo que lo Intentara... si me dijo que lo Intentara es por que sabe algo y ella lo sabe todo. Sabe cuando no me siento bien, cuando reprobé, cuando tuve alguna pelea en la escuela o cuando quiero algo, ella es como él, saben cómo me porto aunque no me vean, es como magia. La magia que ellos usan... la magia que ellos usan... no debe ser tan difícil, no puede haber truco por que ella nunca hace trampa y si ella no la hace al tampoco.

Si me como otra bolsa de palomas ¿estará mal? Dijo una, si hago otra no la desobedezco, creo, ¿y si me esta viendo? Ella lo sabrá y si ella lo sabe él también. Aunque se me antoja mucho... mejor me preparo un plato de cereal, en la caja está él así que no puede molestarse, seguramente recibe algo a cambio de aparecer en la tele. Juguetes quizá, comida para renos, herramienta para trineos que sé yo. ¿Dónde estará la leche? ¡La leche mágica! Será mejor que le ponga más para ver si ahora sí puedo hacer la magia... ¿qué habrá en la tele? Lo de todos los años, ojalá inventaran otra historia donde no aparezcan fantasmas pasados y futuros, una con ninjas, y un terremoto, o un volcán. ¿Tomarán mucha leche esos fantasmas? Quién sabe si puedan tomar leche siquiera. Está muy rica... ahora me voy a concentrar... Mhm... no puedo, no puedo ver a nadie ni mucho menos saber cómo se porta, esto de la magia tiene su chiste y no se lo encuentro...

No llega mamá... ¿dónde estará? Dijo que no se tardaba, pero ya se tardó. Él nunca se tarda siempre llega el día que tiene que llegar, no sé si tenga hora de llegada, a lo mejor va primero con los que mejor se han portado, lo cual me deja en un horario como de la una o dos, suponiendo que empiece a eso de las doce, por eso no le caliento su leche, que tal si no me porto tan bien y llega como a eso de las tres o cuatro de la mañana... Mis papás ni cuenta se dan, dicen que no hace ruido, yo me he parado tempranito a eso de las cinco y ya están ahí. Y me regreso a mi cama. A las siete ya bajo a ver que me trajo, es mas bonito ver cómo les llega el sol por la ventana a esa hora, brillan, como las caras de papá y mamá.

¿En donde estarán? Papá llega del trabajo a estas horas y no ha llegado, mamá salió hace ya mucho. Ya pasaron dos especiales de caricaturas y la película está por terminar. Tomaré un vaso de pura leche mágica... creo que ahora si... ¡sí!, ya sé que es la magia, puedo ver a papá en la calle, en medio del trafico, quizá se le ponchó una llanta y mamá le esta ayudando, ¡los veo! Y sé que no debo estar despierto hasta dentro de un rato, y que si no llegan debo ir a acostarme, para que él llegue... ¡Yuupi! La magia funciona y es bien fácil, sólo debo cerrar los ojos y ahí estarán, hasta los puedo sentir, creo que la magia está en el corazón... y no en la panza... puedo ver si me concentro a mis abuelos y hasta a mi tío jugando con mis primas. Ya es hora de Irme a dormir, le voy a dejar sus galletas y su leche, ojalá y no lleguen mis papas muy tarde. Podrían espantarlo... y si no viene me sentiría realmente muy mal. Más ahora que ya sé qué es la magia y que seguramente él ya sabe que yo ya sé...

*
-Ya se durmió...
-mejor, así mañana despertará con la sorpresa, que bueno que me alcanzaste.
-Sí, le Iba a explicar lo de la magia cuando hablaste...
-Y si no hubieras llegado tan rápido a lo mejor no viene... pero él siempre llega.
-Este año le echó muchas ganas él lo sabe, le fue muy bien, mejor dicho le va a Ir... ¿Me pregunto si habrá meditado sobre la magia?...
-Yo creo que si lo hizo fue nomás un rato mira cuánto comió, y la tele estaba caliente, se distrajo viendo el clásico navideño... y las caricaturas...
-Oye?, ¿cómo sabías que venía cuando eras pequeño?...
-No lo sé nunca lo medite mucho, tú sabes, era... mágico...
-Mis papas nunca me dieron el discurso de la magia, y creo que será lo primero que haga por la mañana...
-Lo más Importante de estos días es esa magia, que tanto se ha torcido en la tele.
-Sabes... me hace sentir bien..
-¿Qué?
-Que le compré un cereal conmemorativo y no le puso mucha atención, se la pasó preguntando cómo le hacia él para saber como nos portábamos.
-Sí; su carta no era larga, era mas bien...
-¿Mágica?...
-Sí (risas); creo que era mágica.

FIN

Diciembre 1997
Edición adicional 2004

Estoy pensando compartir uno más de mis cuentos de navidad, si has leído este y quisieras ver otro, deja un comentario.


martes, 16 de diciembre de 2008

Cuento de Navidad, Entrega II

La negra estufa alzaba un metro y medio, era de hierro y estaba sostenida en cuatro patas labradas a manera de patas semejantes a las de una garra felina, algo más grandes que las de Cascabel. Carambarím alzó la mirada al techo siguiendo la salida del tubo que saca el humo a través del techo, le dijo a José Mari que atizara un poco más el fuego y que le echará unos trozos de carbón. Una vez avivado el fuego Carambarím sacó de entre su chaquetita un morral del cual saco unas hiervas, las deshizo entre sus dedos un poco y las arrojó al fuego; con un atizador cerró rápidamente la puertita de la estufa y se sentó. En tan sólo un instante un olor indescriptiblemente rico comenzó a llenar la sala, era dulce y fresco, como el campo por las mañanas, plantas, árboles, tierra y otras cosas increíbles comenzaban a tomar forma y entrar por la nariz y los poros, era a falta de una definición mas exacta olor a Navidad.
El humo de la chimenea que se asomaba por el techo de la casita tomaba tonos distintos semejantes a los de un prisma y dependiendo de donde se mirara cambiaba de color cual calidoscopio. La experiencia era fantástica, Cascabel comenzó a rodar sobre la alfombra ronroneando. Al poco rato se escucho el murmullo de varias voces pequeñas.
—Son ellos- exclamó José Mari.
Carambarím se levantó y le dijo a José Mari que abriera la ventana de donde saltaron tres gnomos cargando morrales.
—Vimos tu señal y de inmediato venimos a buscarte, ¿estás bien?- Preguntó uno de ellos que tenía el pelo rojo y unos zapatos muy grande para su tamaño.
—Sí, estoy muy bien, les presento a mi amigo José Mari, ésta es su casa-
—Y de ustedes también- Respondió muy propiamente José Mari.
—Mil gracias- Respondió el segundo duende, retirándose su gorro y haciendo una pequeña reverencia, los otros dos hicieron lo mismo.
—Carambarím, no podemos quedarnos...-
—¡Pero por qué!- Exclamó José Mari. Cascabel, dejó de rodar un momento y miró a los duendes con mirada amistosa y curiosa como lo hacen siempre los gatos.
Los duendes bajaron a la sala y se sentaron junto a Carambarím, con sus gorros en las manos y le dijeron que la leña estaba helada y que las calderas aún no estaban a toda su potencia, Carambarím les dijo que les habían ofrecido auxilio y posada en la casa, pero al unísono se negaron, preferían pasar toda la nochebuena buscando mas leña. José Mari les dijo que era Navidad y que no fueran tan crueles y egoístas, pero que respetaba su decisión y que con gusto les ofrecía todo el carbón que pudieran llevarse. Cascabel ahora se encontraba echado en la alfombra dormitando al son de su ronrón, tal vez pensaba que los cuatro duendes ahí se quedarían.
—¡Sííí!- exclamaron los duendecillos y comenzaron a acarrear trozos de carbón a un pequeño carromato que hablan dejado afuera el cual era tirado por un par de ardillas de colita pequeña arregladas con todo y bufandas.
José Mari se despidió de ellos mientras deseándoles feliz Navidad.
—¡regresa a verme cada año!- le gritó a Carambarím.
Pero se alejaron, quizá no lo escucho debido al viento; en ese momento las luces de un auto se vieron a lo lejos. El abuelo y los demás hablan regresado. La mamá de José Mari le preguntó el porqué de que estuviera fuera y José Mari dijo que tan sólo había salido a ver el cielo, sus hermanas mayores le dijeron que tenía miedo de su cuarto, el abuelo se le acercó y sólo entre ellos dos le preguntó si aún tenia miedo, y él respondió que no. El abuelo notó que el piso estaba sucio de carbón y cuando se iba a acercar a ver una de las niñas lo jaló a la casa.
Al entrar todos en la casa comenzaron a sonreír y preguntarse de dónde había salido tal aroma, ¡qué rico! exclamaron todos... mientras José Mari y Cascabel miraban por la ventana a lo lejos preguntándose que estarían haciendo sus amigos.
Aquella Navidad en la casita de campo del abuelo fue la mejor en muchos años. Por la noche una de las hermanas de José Mari salió muy espantada de su cuarto gritando que había algo en su ventana, el abuelo dijo que seguramente era el mismo caso que el de José Mari, tomó su grueso gabán y salió. A su regreso dijo que no había visto nada, José Mari se acercó y le preguntó que si de veras no había visto nada y el abuelo le guiño un ojo.
—No, no he visto nada...
Al irse todos de nuevo a la cama el abuelo se acercó y le dijo a José Mari en privado, abrazándolo cariñosamente:
—... pero estoy seguro que tendrás una visita muy especial cada Navidad y no será necesariamente Santa Clos.
Y le dio un trozo de carbón tallado con la carita de Carambarím. José Mari sonrió, le dio un beso a su abuelo tomo a Cascabel y se fue a dormir, deseándole a su abuelo feliz Navidad.

FIN.
Dic. 1997

No dejen de visitar la Abadía, subiré otro cuento de Navidad en un par de días ¿algún comentario sobre este?... ¡gracias!

viernes, 12 de diciembre de 2008

Cuento de Navidad, Entrega I

Este es un cuento que como muchos otros se cuenta en vísperas de Navidad, y se desarrolla en la misma época. Sucedió, si es que realmente pasó, en algún lugar que seguramente todos conocemos pero que no podemos recordar cómo se llama, hace ya mucho tiempo; pero no demasiado, aunque puedo equivocarme y quizá pueda estar pasando hoy mismo, en víspera de Navidad...
El fuego de la vieja estufa del abuelo ardía lentamente, pareciera que estaba pacientemente esperando la Navidad, su estructura negra, debido al carbón y hollín semejaba la noche que ahora estaba completamente estrellada. Con imaginación podríamos creer que aquella noche del 24 unos reyes montados en camellos observaban el mismo cielo que vemos hoy. Limpiamos el vaho de la ventana para poder ver afuera, todo es amarillo, las hojas de los árboles se han caído y el piso tiene escarcha, las luces que el abuelo pone fuera brillan y se reflejan en él. Cada año abre el viejo arcón y saca de él recuerdos y adornos que han visto no sé cuantas noches como estas. Aquella nochebuena el mas pequeño de los nietos había escuchado ruidos extraños en la ventana de su cuarto, asustado se negaba a entrar en ella, el abuelo tomó su grueso gabán y salió a ver que qué rondaba la ventana del pequeño. Saludando desde fuera a través de la ventana del cuarto el nieto se calmó y aceptó el cuarto una vez más. Para demostrar su valor el chiquillo decidió pasar ahí la tarde en lugar de ir con sus hermanas al pueblo por algunas cosas que hacían falta, además que le estaba preparando a su abuelo un hermoso dibujo con un nacimiento detallado y toda la familia retratada tomada de la mano.
Una vez que estuvo concentrado en ello escuchó de nuevo un ruido, sabiendo que no podía haber nada afuera no le prestó atención, pero se vio obligado a levantarse al oír un estornudo pequeño. ¡Cascabel! le gritó al gato del abuelo, para saber dónde se hallaba el morro. El minino maulló con pereza desde la recámara del abuelo que estaba frente al cuarto donde estaba el niño, al sentarse de nuevo algo golpeteo la ventana y con espanto cayó al suelo de madera con todo y silla.
—¿Quién esta ahí?- preguntó en voz alta.
El gato entró al cuarto ronroneando, se escucharon unos tosidos viniendo de fuera,
—¿quien va?- gritó esta vez.
La escarcha de la ventana fue limpiada desde fuera en círculo, uno pequeño de unos diez centímetros, con un sonido resbaloso... se oyó de nuevo un estornudo y una diminuta manita tocó en la ventana una vez más de forma rápida y repetida; Cascabel estaba agazapado, asechando lo que se estaba moviendo detrás del vidrio de la ventana. El chiquillo no sabía que hacer, no estaba espantado, no mucho al menos; esperaba encontrar una explicación a lo que veía. Al terminar el golpeteo una carita se asomó por el vidrio. ¡HAA!, gritó con fuerza. El minino farfulló ¡Fuuzzz!. Se escuchó de nuevo un estornudo, ¡atchiz!...
—¡Ábreme! ¡ábreme por favor!- le gritó estando ahí parado en el alféizar de la ventana.
—¿Q- qué eres?
—Ábreme y te digo... Me estoy congelando- dijo la vocecita aguda.
Cascabel maulló en tono amenazador, y el niño se levantó lentamente, con mucho cuidado abrió la ventana y se alejó rápidamente.
—¡Brrrrrr, está helando allá afuera! gracias niño, me has salvado de congelarme.
—Y-y qué eres?...
—¿No sabes nada acaso?, ¿no? cielos, estoy con un ignaro.
—¿Eso es lo que eres?- le preguntó.
—¡Por favor niño! ¡no!, soy un ¡gnomo! ¡un gnomo!
—Los duendes no existen....
—Y qué listo te dijo tal cosa?
—Mi Papá...
—Tú Papa es un ignorante, hemos existido desde siempre, además no soy un duende...
—¿Y si es así donde viven?
—Bajo la tierra, solíamos vivir en paz con ustedes hombres pero a raíz de ciertos conflictos y dos o tres duendes deschavetados, nos vimos en la necesidad de huir y escondernos, ¡hey! agarra a ese animal-
Gritó saltando al escritorio, esquivando a Cascabel que había brincado al alféizar. De inmediato, José Mari tomó al minino y lo fue a meter al cuarto del abuelo, Cascabel farfullando y maullando se resignó al encierro. Al regresar a la habitación, el duende había ya cerrado la ventana y se encontraba frotándose las manos. Con curiosidad y sin dejar de mirarlo le preguntó el por qué de su "visita", por qué razón había huido de su hogar subterráneo. El gnomo jaló la caja de crayones y se sentó, comenzó a explicarle que bajo tierra las ciudades subterráneas de los gnomos se yerguen cerca de los mantos freáticos y ríos subterráneos, otras en los troncos de gigantescos árboles cuyas raíces son mucho muy profundas, y que en estas fechas frías mantienen estos poblados calientes con grandes calderas que mantienen el aire fluyendo a través de ductos y huecos que van a dar a la superficie, el gnomo explicó que habla habido un derrumbe en una de las salidas provocando que se reventara una de las calderas, para que las demás trabajaran a mas de su 100% se organizaron grupos de gnomos para encontrar más leña, debido a que la que tenían ya no alcanzaba, nuestro gnomo Carambarím, había sido parte de una de estas expediciones, pero se había perdido. El niño, José Mari, le ofreció de su leche y le partió un trozo de galleta, le dijo que no se preocupara que seguramente sus amigos vendrían a buscarlo. Carambarím, triste le dijo que ellos tienen prohibido acercarse a los humanos, que si él estaba ahí era debido a que el frío le estaba carcomiendo los huesos. José Mari le dijo que eso era muy triste pero que si él quería, podía pasar la Navidad con él y su familia. Carambarim abrió los ojos y sus grandes pupilas se dilataron.
—¿Todavía celebran Navidad?- preguntó muy asombrado.
—Claro que si, le respondió, ¿acaso en tu pueblo no?
—Sí, sí, sí, respondió, primos lejanos de nosotros los gnomos pequeños, trabajaron con el Obispo Nicolás, fundador dela orden de Santa Clos, y durante muchos años, al morir Don Nicolás, los duendes reclutaban un nuevo Santa Clos, hasta que los hombres nos obligaron a nuestro auto éxodo, la tradición original cambio y en nuestras ciudades aún lo celebramos aunque no lleva un significado tan religioso como el que tenía originalmente, fuimos nosotros los que le dimos a Don Nicolás y todos sus sucesores la magia con la que cuentan.
—Entonces fueron ustedes- le dijo.
Y le contó cómo Santa Clos aún surcaba los cielos en su trineo mágico (regalo de los gnomos), y de como los duendes aún trabajaban con él y hacían los juguetes etc. Claro, pensó Carambarím, por eso se fueron tan lejos allá al Polo Norte, seguramente construyeron alguna villa subterránea y continúan su labor ancestral, la orden de Santa Clos no podía ser tan cruel como para olvidarse de los duendes, José Mari le preguntó a Carambarím si existía alguna forma de llamar a sus compañeros para que vinieran a buscarlo. Un maullido dolido se oyó detrás de la puerta del cuarto del abuelo, José Mari se levantó y rápidamente fue, abrió la puerta y tomó al minino. Entró a la habitación y lo acercó al gnomo diciéndole que era amigo. El gato lo olió detenidamente para después darse la vuelta de regreso a su mullido cesto. Carambarím sin tomarle atención se encontraba con la mirada en alto pensando en alguna forma de que los demás gnomos pudieran venir a ayudarlo, José Mari le ofreció la casa entera para que si el pueblo fuese amenazado de frío la casa sirviera de albergue a la comunidad gnomil, Carambarím se negó rotundamente alegando que el alcalde de su pueblo jamás lo permitiría, después de todo todas las calderas menos una aún funcionaban, aún así agradeció la invitación. Carambarím sonrió ante la llegada de una idea, y le preguntó a José Mari si tenía chimenea en su casa. José Mari respondió que sólo estaba la estufa de carbón del abuelo, Carambarím pensó que sería suficiente y se dirigieron a la sala.

concluirá...

martes, 2 de diciembre de 2008

El Cumpleañosh. Última entrega.

- Por el gran gato rojo, esto será un poco más difícil. Bien tabby, dime, ¿hace cuánto dejaste a tu mamá gata?
- ¿Hace cuánto? No sé, unas... pues... muchas calles. Hace muchas calles.
- Tabby, las calles no son unidad de medida de tiempo. ¿Hace cuantos días?
- Día es cuando la luz está arriba...
- Así es tabby, y noche cuando sale la luna. El tiempo se mide en cuantas veces sale el sol, la luz, o en cuantas noches sale la luna...
- ¿Y cuando no hay luna, no cuenta?
- Sí tabby, sí cuenta, todas las noches cuentan. Así que, ¿hace cuantos días, o noches si lo prefieres, dejaste a mamá gata?
- No lo sé, hace muchas calles y hace más noches. Muchas.
- Verás tabby, los gatos completamos ciclos de vida cada 28 semanas. Una semana, tiene 7 días. Son alrededor de unas siete lunas llenas.
- Cada siete lunas llenas completamos un...
- Ciclo.
- ...ciclo.
- Así es tabby. Y cada siete lunas, cuando un gato completa su ciclo, tiene su cumpleaños. Y se cuenta a partir de que abres los ojos por primera vez.
- Eso fue hace muchas lunas...
- ¿Más de siete?
- No sé, tal vez... no. Creo que no.
- ¿Por qué no? Yo creo que mínimo han de haber pasado ya una vez tabby.
- No. Porque yo no he tenido aliento feo, ni he caminado raro. No, no, y no quiero tener cumpleañosh. Lo odio, el cumpleañosh es malo.
- El cumpleañosh no es malo mi querido tabby. Los compadres actuaban así por algo que ingirieron, que comieron tabby. Yo he tenido muchos, y nunca he tenido aliento desagradable, el gato rojo me libre.
- ¿Nunca?
- ¡Jamás!
- ¿Crees que ya he tenido cumpleañosh?
- Así lo creo tabby, así lo creo. Finalmente mi querido tabby, jamás lo celebraste, jamás supiste que pasó. El cumpleaños es algo que no tiene más sentido que estar contando cuántas lunas has visto. Lo importante, lo esencial tabby querido, es el poder recordar las lunas que fueron verdaderamente preciosas. Tendrás muchos cumpleaños tabby, pero las ocasiones especiales no estarán por fuerza ligadas a ellos...
- No recuerdo hace cuánto abrí mis ojos...-Dijo el gatito con un aire de lamentación.
- ¿Ves tabby? Ni siquiera podemos contar con exactitud los cumpleaños que han pasado. Pero puedes recordar las calles que has caminado y a quienes has conocido en esas calles. Eso tabby, es lo que de veras importa. Bueno, ¿está contestada tu pregunta?...
- Sí. Gracias.- Dijo el gatito, ahora con una sonrisa en su cara.
El gatito dio media vuelta y se fue caminando con pasos ligeros hacía la calle. Tenía que ir por su cajita a la calle de Roberto Gómez, descansar un poco y retomar el viaje. Había tantas, tantas calles que recorrer. Para cuando había llegado a recoger su caja, había olvidado el asunto del cumpleañosh. Pero no olvidó jamás las palabras del gato café, palabras que fueron el mejor regalo de cumpleaños, que el gatito jamás recibió.

FIN

domingo, 23 de noviembre de 2008

El Cumpleañosh. Segunda Entrega

¿Qué es un cumpleañosh? Ambos compadres estaban celebrando algo que se llama cumpleañosh. ¿Pero qué es eso? ¿se comerá, se olerá, pasará así nomás o habrá que buscarlo? Caminó hasta Roberto Gómez ponderando el cumpleañosh y se metió a su cajita sin poder saber qué era el cumpleañosh. Tendría que suspender su viaje al sur de la ciudad, tendría que ir al parque, el que huele a pan chino, y ver si podía encontrar a aquel gato que había conocido hacía algunos días y que sabía muchas cosas. Sí. Él sabría qué es un cumpleañosh y le explicaría para qué sirve y por qué hace que la boca te huela tan, pero tan feo... y si para poder saber qué es, tiene uno que ponerse como los compadres, preferirá mejor no saber que es. Durmió soñando con los compadres, fue una verdadera pesadilla, la pesadilla del cumpleañosh...
Despertó sobresaltado, imaginando que tal vez el querer saber algo lo llevaría a algo desagradable en esta ocasión. No había podido sacar de su mente al par de perros y al cumpleañosh. Aun así, sin pensarlo mucho, guardó la cajita en un recoveco y se dirigió sin apuro al parque. El gato gordo gustaba de ir al parque a comer pajaritos, era un gran gato gordo color café y que hablaba con palabras chistosas y voz muy rara. Hablaba mucho de muchas cosas y admiraba mucho a los dos grandes gatos dorados que guardan el gran edificio. ¿Cómo se llamaban? Ah sí, “leones”.
Antes de comenzar su búsqueda del gato café, el gatito decidió ir a uno de los cafés de chinos por un almuerzo ligero. Ya antes había estado aquí y sabía que el hombre de color oscuro le daría algo de comer a cambio de un momento de ronroneos. Jamás supo por qué a aquel hombre le gustaba tanto oír su ronroneo. Al gatito jamás le molestó hacerlo para aquel hombre. Un rato después, atravesaba la calle y se internaba entre los matorrales del parque, levantaba la cara para poder captar el olor del gato, lo recordaba muy bien, era un olor dulzón, como a leche, mezclado con olor de periódicos.
No tardó mucho en detectar su esencia, mezclada con la de pajarillo. Trotó ligeramente hasta los matorrales que estaban al otro lado de la fuente y ahí estaba, relamiéndose los bigotes, sentado en unas cuantas plumas amarillas. Sin levantar la mirada y moviendo las orejas le dijo:
- Bien, bien, pero si es el cachorro viajante. ¿A qué debo el honor mi pequeño aventurero?
- Hola. Quisiera saber algo.- Dijo el gatito sentándose frente a él, e inclinando su cabeza a un lado.
- Algo, por definición, es nada cuando no se tiene el contexto adecuado mi querido tabby.
- No sé qué tengo, excepto una pregunta...- Dijo el gatito, sin intentar descifrar lo que el gato café le había dicho.
- Entonces no tienes algo, tienes una pregunta. Una pregunta ya es algo, finalmente, siempre has tenido entre patas lo que quieres saber, mi querido tabby.
- ...- El gatito no supo qué responder, si es que era una respuesta lo que debía decir.
- ¿Y bien tabby? Dispara.
- Cumpleañosh.
- ¿Cumpleañosh?
- Sí. ¿Qué es un cumpleañosh?...
- Mhm... estás completamente seguro, tabby, que no es cumpleaños, lo que quieres decir...[¿?]
- Ellos dijeron cumpleañoshhh
- Con que cumpleañoshhh ¿Uh? ¿Ellos quiénes tabby?
- Los compadres.
- ¿Cuáles compadres, tabby?
- Los perros.
- ¿Perros? ¿Los escuchaste hablar, tabby? A los perros...
- Sí, uno de ellos me echó su aliento, su aliento de cumpleañosh...
- ¿Te lo echó, tabby?
- Sí, y yo estornudé, y ellos salieron de un callejón, caminando chistoso y se pararon frente a mi. Dijeron cosas que no entendí y se felicitaron y dijeron shalud y shalud y cumpleañosh...
- Mhm... muy interesante tabby, muy interesante. No dejas de sorprenderme he escuchado las anécdotas más descabelladas y extrañas de ciudad Féliss, he vivido algunas, por los bigotes del gato rojo, pero tú, tan pequeño. No dejas de sorprenderme tabby. Sé que lo más estúpido del mundo es responder a una incógnita con otra, pero para los fines de mi explicación tendré que hacer una excepción debidamente justificada. Ahem, ¿qué edad tienes tabby?
El gatito se quedó sentado frente al gato, mirándolo, y movió su cabeza de un lado, al otro y entrecerró un ojo.

(Concluirá...)

sábado, 15 de noviembre de 2008

El Cumpleañosh. Primer Entrega.

“El cumpleaños es algo que no tiene más sentido
que estar contando cuantas lunas has visto”


El hombre de los ojos rasgados estaba sentado en un cajón de madera fumando un delgado cigarrillo. Un pañuelo blanco cubría su cabeza y miraba sobre sus espejuelos a la distancia, como remembrando cosas que regresan cada que las evoca. Soltó una humareda y miró hacía el piso, su amigo el gatito estaba a punto de terminarse el plato que aquella noche con todo gusto le había servido. El gatito le hacía compañía y platicaba con él entre fumada y fumada. El pequeño minino levantaba su carita y le maullaba de regreso. Uno no sabía mandarín, el otro no hablaba gato, pero ambos se entendían. La luna está muy amarilla el día de hoy. Le decía en mandarín el viejo a su peludo amigo y éste le respondía en gato que los camarones eran algo que no podía entender, pero que le fascinaban. Los dos se estaban comunicando que era agradable tenerse el uno al otro de noche en noche.
Otro hombre, más joven, abrió la puerta de el cuarto lleno de ruidos y le dijo algo al viejo en el idioma que ellos hablaban, el viejo respondió algo que podríamos interpretar como una justificación, aunque el tono fue de resignación. Dio una última chupada al cigarrillo, que estaba casi ya consumido y arrojó la diminuta colilla hacía los botes de basura en el fondo del callejón. El pequeño morro se hallaba relamiéndose los bigotes y en lenguaje gato le dijo a su buen amigo que el camarón, o como el gatito lo llamase pues no sabía lo que era el camarón, era de sus comidas favoritas y que estaba muy agradecido. Su compañero le dijo en mandarín que había sido un placer pasar con él unos minutos y que pasara muy buena noche. Tomó el cacharro del suelo y pasó su huesuda mano por el lomo del minino que se arqueó conforme la mano le pasaba por su espalda. Su listón rojo resaltaba en su negro pelaje, y una última caricia le fue dada en los carrillos.
Sabiendo que no podía pasar la noche en el callejón de su amigo Lao, decidió ir al de la calle Roberto Gómez que se hallaba a unas cuadras de ahí. En tal calle, le esperaba su cajita y pasaría allí la noche para continuar mañana su viaje al sur de la ciudad. Así que salió con la barriga llena del callejón y se dirigió hacía donde su cajita y una noche de descanso le esperaban. No había caminado una calle cuando de un callejón aledaño salieron dos perros callejeros que se tambaleaban y reían por todo y por nada. Cuando el gatito los vio, se detuvo sobre la acera intrigado por la actitud de estos perros. Él no le temía a los perros, por demás sabía que eran no muy inteligentes y que muchos olían muy feo.
- ¡Mira, mira! ¿estásh viendo lo que yo veo compadre?
- ¡Shí, shí, claro! ¡Un gatiyyyo sholi- hip –tario!
- ¡Y esh que las callesh eshtán tan sólidas!
- ¡¡Ha, ha, ha jua, jua, jua!!- Rieron a carcajadas ambos abrazándose.
El gatito inclinó su cabeza un poco hacía un costado y los miró detenidamente, aguzando su nariz y moviendo los bigotes hacía adelante. Dio un par de pasos cautelosos e hizo sus orejas hacía atrás...
- ¡¡Haj, haj, ho, ho¡¡ ¡hey, hey mira compa- hip –dre, te eshtá oliendo!
- Puesh que huela eshto... ¡buuurrp!
- ¡¡Jua, jua, jua!! Rieron aun más fuerte el par de perros. El gatito se hizo hacía atrás y entrecerró los ojos, el aliento de ese perro era el más horroroso que había olido en toda su vida. Se pasó la patita por la nariz y estornudó. ¡at-shoo!
- ¡¡Shalud!!
- ¡¡Shalud¡¡
- ¡¡A su shalud compadre!!
- ¡¡Gracias compadre!!
- ¡¡Feliz cumpleañosh, feliz cumpleañosh compadre!!
- ¡¡Huuuuy, muchíshimas grashias compadre...!!
Y el par de perros se alejó de ahí riendo, tambaleándose y sosteniéndose el uno al otro. El gatito se quedó ahí un momento, lamiéndose la manita y frotándose la nariz mientras observaba al par de chuchos alejarse de ahí. Cuando reanudó el pasó hacía su destino, resonó en su memoria una palabra nueva para él.
Cumpleañosh.

(CONTINUARÁ)

domingo, 9 de noviembre de 2008

Cuento Nipón


Vivió en Japón hace ya muchos años. Desde muy pequeño su destino fue elegido por él, y ese era ser guerrero. Nacido en una familia de tradición guerrera fue entrenado duramente.
No cumplía 20 años cuando vivió su primer batalla. Su entrenamiento no le permitió ver los horrores de la misma, no sintió dolor en sus heridas sino hasta terminada la trifulca. Las katanas no se manejan como las espadas tai chi. Sus golpes son duros, cortan de tajo, poco flexibles aunque muy rápidos. Cuando le fueron curadas las heridas tuvo repentinamente un pensamiento ajeno a su entrenamiento. "Por qué pasó".
Quiso saber si sus heridas, si la sangre derramada, era simple consecuencia de su entrenamiento. Si el objetivo de todo era simplemente probar la pericia. Si el oponente estaba ahí para matar o ser matado.
Sin embargo, su manual le otorgaba la respuesta. El Bushido es una filosofía, que nos indica que la muerte es simplemente un paso más dentro de la evolución de la vida. Poner nuestras habilidades a prueba no prueba nada... lo que ponemos a prueba, es nuestro espíritu.
El acero en nuestras manos es una extensión de nuestro espíritu. La voluntad que ponemos en él, le da fuerza y temple. Nuestro oponente opone su voluntad contra la nuestra, y no ganamos nada al derrotarlo, la ganancia está en que ejercemos control sobre nuestro poder aún si esto implica la muerte de otro, quien está, igual que nosotros, preparado para dar el paso al nivel siguiente.
Sin embargo, durante toda su carrera de guerrero, se encontró con días terribles en los que la hoja de la katana estaba pesada de sangre, y el Bushido no ofrecía respuestas. No tenía sentido la matanza, no encontraba sosiego en el desarrollo de su espíritu.
No lo "veía", sólo veía muerte. No fue sino hasta que tuvo a su hijo que vio lo que había ganado a través de esos días sangrientos. Vio el sentido de la vida en otra vida. La muerte como el contraste último para la apreciación de la vida. La conseja del guerrero samurai es que habrá días obscuros. Días llenos de miedo, de incertidumbre, de frustración. Que nuestros códigos no nos traerán consuelo. Pero que servirán para cuando lleguen los momentos de luz y estos brillarán con más ahínco. La vida del guerrero es ardua, y hay días muy obscuros. Pero está nacido para la batalla, para la adversidad... y cada batalla tiene su fin.

Como el árbol eres firme
Como la espiga, fuerte
Con la cara siempre al cielo
Ojos atentos, sentidos agudos
Corazón enorme, rebosante
De voluntad, Espíritu, luz
Cada paso no como el último
Como el primero.
Eleva tus plegarias al cielo
Que se escuche el rugido
El sonido del trueno
Porque el guerrero trae
La tormenta en su ser
En sus manos, su mirada
y su ser completo...
Temerosos de la tormenta
al margen se mantienen
quienes no caminan
la senda del guerrero.

domingo, 10 de agosto de 2008

Día Zeta parte XII

¿Cuáles son las características del reanimado?
Recabando la información de varios testigos se llega la conclusión de que no tienen circulación sanguínea, tampoco funciones corporales y aunque “comen” no tienen funciones digestivas, testigos corroboran que a los apestosos que han comido mucho el estómago se les revienta, no van al baño, ni tienen otro tipo de reacción física. No sienten dolor, se les dispara, hiere y hasta quema sin que aparentemente sufran. No respiran aunque por alguna reacción que algunos han llamado acto reflejo aspiran aire, lo que da resultado al lúgubre “quejido” del zombi y a ese carraspear nefasto que sale de sus bocas. Al no tener circulación su andar es tieso, no se ha visto a ninguno correr y en grupos pequeños o individualmente se les burla fácilmente. No se sabe si tienen sentidos, mientras el zombi sea “fresco” aún puede ver pero conforme sus ojos van descomponiéndose pierden la vista, nunca se les ha visto mover los ojos, para mirar a otro lado siempre voltean —lentamente—, tienen muy buen oído y lo corroboran la mayoría de los sobrevivientes, el menor ruido les atrae. No sabemos por qué no se comen los unos a los otros, pero no lo hacen, comen sólo carne viva, normalmente tampoco comen animales pero hay un par de testigos que dan cuenta de haber visto un grupo de ellos atacar una vaca y despedazarla en minutos. Los perros y gatos normalmente no son tomados en cuenta. Los apestosos no se mantienen en grupos por motivos aparentes, aunque una vez establecida una “manada” raramente se separan. Los hay solitarios —llamados “solapas”— y los hay en grupos —llamados “Bola”— estos últimos son los más peligrosos ya que si bien uno sólo no es muy fuerte, no más fuerte que una persona normal, en grupos pueden llegar a ser una fuerza sumada de temer. Uno podría no tirar una puerta, diez con su esfuerzo colectivo sí. No trabajan juntos coordinadamente ni se ponen de acuerdo. Cuando uno detecta comida, los demás le siguen por mero instinto, pero no se ha visto que haya comunicación entre ellos, simplemente un vago sentido de instinto.

martes, 5 de agosto de 2008

Día Zeta Parte XI

Las siguientes líneas contienen conocimiento recabado por algunos de los sobrevivientes quienes han intentado encontrar una explicación mientras intercambian consejos para sobrevivir en lo que queda de su ciudad. Sucede como en la fábula donde los tres ciegos son llevados a un cuarto donde hay un animal y cada uno toca una parte, uno describe un animal grande como árbol, grueso; otro narra un animal delgado y como una serpiente, el siguiente cuenta que es un animal volador que tiene unas membranas para volar. Nunca supieron que era un elefante pues uno tocó una pierna, otro la cola y el tercero la oreja. Si se hubieran juntado a platicar tal vez hubieran juntado sus experiencias para darle sentido a sus percepciones. Eso intentaron algunos cazadores de zombis.
¿Cómo comenzó?
No se sabe a ciencia cierta. Atacaron primero, o al menos así lo indica la evidencia en la calle A. Obregón la noche del lunes. Esa noche aparentemente se reanimaron todos. En el anfiteatro de la cruz verde se dio la primera masacre que se extendió al paradero del transporte público. La explosión en Obregón no dejó pistas para saber de dónde salieron los “apestosos” —como se les llama coloquialmente— que atacaron ahí. Pudo haber sido un velorio. Los principales ataques se dieron en la calle Roberto Gómez donde se localiza el anfiteatro, Á. Obregón y Venustiano Carranza donde explotó el camión de gas, Ave. Reforma donde sucedió el incidente del transporte público, Calle 4 donde está localizado el cementerio, calle Buendía donde está la clínica y el cadáver de una ancianita provocó un ataque y de ahí simplemente se extendió. En dos días no había lugar donde no hubiera apestosos.
¿Qué lo provoca?
Se ha hablado de todo. Esporas del espacio, un virus, bacterias, vudú, material radioactivo, rayos cósmicos, el chupacabras, castigo de Dios, guisados echados a perder, las vacas locas, los gringos —mencionados sólo así, como si ellos fueran la causa simple y llana de un problema— y el gobierno. Un médico sobreviviente asegura que los cuerpos reanimados no necesitan o tienen condición alguna previa a la reanimación. Simplemente se levantaron. Su cuerpo sigue en descomposición y ”la enfermedad” no parece tener progresión alguna.

sábado, 2 de agosto de 2008

Día Zeta Parte X

En la avenida Reforma el caos imperaba a las nueve de la mañana. El choque de la combi de transporte público había atraído muchos curiosos quienes nunca indagaron qué pasaba. No falta nunca quien quiera “echar una mano”, sin embargo esta gente no tiene la más mínima preparación en primeros auxilios y carece de todo conocimiento de protocolos de emergencia. Siempre bien vistos por ser gente con buenas intensiones, son los primeros en hacer mayor el problema al tomar acciones imprudentes, impreparadas. Fue gracias a estos samaritanos y a los mirones que para las nueve de la mañana sólo quedaban unas cuantas personas vivas. La crisis crecía geométricamente. Un señor se encerró en un cajero automático de la Av. Reforma y ahí murió de hambre cuatro días después. El Banco hubiera sido un buen lugar para guarecerse pero los Bancos no abren temprano. Permaneció cerrado y sin brindar protección alguna.
En sólo dos días, de esa mañana de martes, al amanecer del jueves la mitad de la población había sido mordida, atacada o asesinada por error. No había policía, no había bomberos, protección civil ni siquiera se enteró bien de qué había pasado, algunos habían logrado huir de la ciudad, la estación de radio local fue atacada la tarde que comenzó el evento y dejó de transmitir a las 4:23 p.m. y la pequeña camioneta de la televisora que intentó entrar a la pequeña ciudad tuvo que detenerse por la cantidad de vehículos en media calle, por choques imprudentes, ataques, disparos y gente manejando en estado de histeria. A pié fueron atacados a unos metros y caminaban con los demás zombis veinte minutos después. Sólo un helicóptero puedo dar la nota y nunca pudo describir lo que realmente pasaba. Quien se había salvado se había encerrado en su casa. Algunos cometieron el error común de mantener en su hogar un pariente convertido en zombi quien eventualmente terminaba comiéndose a sus cuidadores samaritanos.

viernes, 1 de agosto de 2008

GRIMA

Quien ha sentido y vivido la grima sabe lo que es la desesperación, sabe lo que es la desolación de un paraje abandonado que en tiempos anteriores, siempre mejores, fue un frondoso y lozano corazón. Quien porta como blasones las cicatrices de la pena que ardiente y sin descanso nos abrasa por las noches cuando nuestros oníricos anhelos nos dan dulce dolor, sabe bien lo que es llorar estando vacío por dentro. ¿De dónde salen esas lágrimas? Vacuos estamos, descarnados, intensamente desmembrados y en pedazos nos arrastramos por las memorias de lo que fue, de lo que fuimos, de lo que pudo ser pero no sucedió porque no quisimos, porque nunca tuvimos el conocimiento, la fuerza, la voluntad, el amor... todo aquello, y al mismo tiempo ninguno de eso. Deseamos tan intensamente que nos miren, como ciegos nos colocamos frente al atrio de quienes queremos nos vean tirados, en andrajos y portando las yagas de nuestra desgracia. Estiramos así la mano y pedimos una limosna de lástima, un poco de pena, que alguien diga “pobre diablo”... frío es el suelo y frías las miradas de aquellos quienes osan posarla sobre nuestro ultrajado cuerpo y marchitado corazón. Oh cómo disfrutamos de las lastimeras miradas de aquellos que murmuran y se deleitan a su vez con nuestra preciosa grima. La mostramos, la presumimos, la portamos junto con el resto de nuestros escapularios de desavenencias. ¿No es hermoso ser un miserable? ¿no te llena de gozo mórbido poder mostrar ante los demás la lepra sentimental que alguien dejó en ti? Revuélcate, anda, restriega en el rostro de los demás la hermosa capacidad que tienes para sentir un enorme, asquerosamente hermoso y rollizo dolor. Ah, a penar, que penando es como se nos ha enseñado a andar por el mundo, nadie puede aspirar a recibir nada si no pena. Grima, grima hay que sentir y cosechar. Grima es el sentimiento que mejor te queda.

jueves, 31 de julio de 2008

Día Zeta Parte IX

Nadie sabía que hacer. El comandante de policía a las siete y media de la mañana lo único que hacía era gritar órdenes y seguir intentando contactar a sus unidades vía radio. Su primer error táctico fue enviar a todos los elementos que le quedaban a las distintas calles donde había eventos. Nunca intentó primero averiguar qué provocaba todo. Nunca hizo anotaciones, ni dejó registros. Mandó dos policías en motocicleta a la calle Obregón, donde los bomberos reportaban una explosión, y envió un oficial también en moto a la Venustiano Carranza. Sus últimos dos elementos los envió a la calle Reforma donde se reportaba un accidente de transporte público, aunque nunca tuvo detalles. Cuando ya había enviado todos sus elementos llegó una llamada de una mujer en un ataque de pánico gritando que había muertos frente a su casa, la cual estaba en la calle Roberto Gómez, misma calle donde se encuentra el anfiteatro. Al decir “muertos” ella se refería a los que salían del anfiteatro y atacaban a los transeúntes, el comandante lo averiguaría media hora después, alrededor de las ocho de la mañana, cuando una señora empujando un carrito de tamales le arrancó de una mordida un pedazo del cuello, matándolo en instantes al romper la carótida.
En la calle Obregón, los vecinos que no habían muerto en la explosión salieron de sus casas, muchos de ellos en batas o pijamas. Las ventanas de unas 20 casas a la redonda se habían reventado. Ninguno de ellos estaba preparado, nadie Salió con sus documentos importantes a la mano, ni evaluó la situación para tomar un curso de acción. No faltó la señora que comenzó a gritar al ver los cuerpos quemados en la calle entre vidrios y cascajo. Esos gritos llevaron a algunos niños a entrar en pánico y a una adolescente a hiperventilarse. Los gritos tienen ese efecto, y la gente jamás se pone a pensar que en una emergencia lo menos que se debe hacer, es gritar. Sin embargo, un muchacho de unos veinte años comenzó a hacerlo de manera ridícula cuando vio que los cuerpos calcinados, quemados y destrozados comenzaban a moverse. Había vecinos que tenían los oídos reventados y no escuchaban las advertencias de pánico de quienes atestiguaban lo imposible. A las nueve de la mañana sólo un par de hermanos, una chica de doce y un muchacho de catorce, eran los únicos sobrevivientes en dos manzanas, estaban encerrados en una recámara en el segundo piso de su edificio de departamentos.

martes, 8 de abril de 2008

Día Zeta Interludio

En 1932 Bela Lugosi estelariza White Zombie, y aunque no es el primer filme sobre zombis sí es el más famoso. Al parecer este tema no es realmente del agrado de la gente, porque aunque hubo otros intentos, durante el Macartismo (McCarthyism)la sociedad se puso muy intolerante y entre muchas cosas que fueron censuradas fueron los temas que tenían que ver con los muertos. No fue sino hasta 1968 que Night Of The Living Dead puso el género de nuevo bajo el ojo público. Hay docenas de filmes sobre muertos vivientes y cada una retoma alguno de los pocos folclores que existen para justificar que los difuntos caminen. Lo que yo quise hacer fue llevarlo a un contexto social local, ya que las buenas películas de zombis son en el fondo un reflejo de lo que es una sociedad. Eso aunado al hecho de que en Estados Unidos las casas son de madera y los zombis entran fácilmente, en México qué horda de zombies podrá entrar a una casa de concreto con celosía en las ventanas y zaguanes de metal. El proyecto fue escrito originalmente para hacer una carpeta roja que indica qué hacer en caso de crisis. Es sutil, como todo relato de zombis, pero el reflejo de lo que la gente hace en casos de crisis intenta verse reflejado en el Día Zeta. gracias por leer y gracias por los comentarios. Las siguientes entregas muy pronto.

domingo, 6 de abril de 2008

Día Zeta parte VIII

De dónde salió la gente que intentaba ayudar al muchacho que era atacado por el chofer de la combi. No menos de seis personas ahora intentaban arrancarle al chofer el cuerpo del joven, a quien le faltaba un ojo y parte de la mejilla. Un señor de gorra azul abrió la puerta del vehículo para intentar ayudar desde dentro, cuando lo hizo el roto cuerpo del niño de secundaria se le echó encima, sus brazos colgando a los lados como una muñeca de trapo. Los sonidos que hacía venían del fondo de su garganta y hacían que se le enchinara la piel a los que lo presenciaron. El señor cayó en la calle con el chico intentando morderlo, notó al tomarlo del cuerpo para evitar el ataque que tenía casi todas las costillas rotas.
El hermano del hombre calvo tomó el palo de escoba y salió decidido a darle una buena lección a esos estúpidos del gas. Encontró lo que quedaba de su hermano en las manos de un hombre con overol y una gorra roja, hacía juego con la sangre que corría por las comisuras de su boca, un segundo individuo al que le faltaba un brazo, arrancaba con las manos un pedazo grande de estómago el pánico rápidamente se convirtió en rabia y comenzó a golpear fuertemente con el palo al individuo de la gorra roja quien no dejó de masticar. De reojo miró dentro del camión, había el cuerpo mutilado de un hombre con una llave perico en la mano. Su ira aumentó, perdió la conciencia y regresó corriendo a su casa dando tumbos. Cuando volvió a salir traía en sus manos una escopeta de cacería.
Lleno de terror el vecino de pantalones deportivos negros encajó el cuchillo profundamente en la espalda del esposo quien masticaba la oreja de la esposa mientras la sostenía firmemente. Ya no había policías, cuatro completamente inutilizados por estos… estos monstruos. Nadie sabía qué hacer, el cuchillo estaba encajado hasta media hoja en la espalda del esposo ¡el extraño del auto había recibido varios disparos y seguía… seguía comiéndose al policía! El chofer de la combi tenía el cuello roto y se había comido al joven de la corbata, el chico de secundaria intentaba morder al señor de la gorra, una muchacha a unas cuadras de ahí se levantaba con la mitad de la cara cayéndose a pedazos, los dos chicos atropellados repentinamente se levantaron —bueno uno se arrastraba ya que tenía las piernas rotas— y buscaban atacar a las señoras gritonas que estaban ahí sin hacer nada pero chillando o balbuceando cosas inútiles como “llamen a la policía”, el comandante de la policía llegaba a su oficina donde no le informaban qué pasaba pues habían perdido contacto con las dos patrullas, la secretaria de la compañía de gas no podía contactar a sus dos hombres del camión 13, en el paradero del transporte público, yacían cuerpos de los choferes, habían sido atacados por los cadáveres de la cruz verde que estaba localizada frente al sitio, personas con la cicatriz en Y fresca en el pecho mordían carne de un moreno de cabello largo. No muy lejos se levantaba una señora godita con el brazo enteramente mordido, roído de hecho y empujaba sin razón aparente en este estado su carrito de tamales, un carraspeo era lo único que salía de su boca. La pequeña ciudad se enteró de que algo andaba mal cuando se escuchó la explosión. Los bomberos no podían creer sus ojos cuando vieron la nube de fuego y humo. Parecía inverosímil que en una mañana normal, un camión de gas hubiera volado en mil pedazos.

jueves, 3 de abril de 2008

Día Zeta parte VII

Un par de personas se acercaron de inmediato a la combi y comenzaron a preguntar si había alguien dentro, si estaban bien. Abrieron la puerta del vehículo y vieron al conductor con el cuello roto. Dentro sólo yacía el cuerpo inerte del chico de secundaria con una herida en la cabeza y los brazos rotos, en posiciones fuera de lugar. Las señoras ahora lloraban y entre sollozos gritaban, nadie hacía nada por calmarlas, ellas mismas no ponían atención alguna a lo sucedido. Parecía que todo estaba en manos de los instintos, no de la razón. Uno de los jóvenes que se había acercado a ver si el chofer estaba bien, fue tomado de su corbata por el conductor, el sobresalto fue mayor pues el individuo claramente tenía el cuello roto. Al tomar la corbata con ambas manos ya no pudo zafarse, el chofer lo jaló hacía sí y comenzó a morderlo. Sí, las señoras volvieron a gritar.
En la estación de la cruz roja llegaba la llamada del oficial que estaba en el ayuntamiento a eso de las siete y veinte, hablando en código numérico describió un posible accidente en la Álvaro Obregón y pidió una unidad de emergencia. La operadora contactó a los paramédicos quienes salieron al lugar de inmediato. El comandante de policía mientras tanto estaba terminando su desayuno, se preparaba para ir al ayuntamiento. Según él, estaba haciéndolo lo más aprisa posible. Se despidió de su mujer y subió a su auto.
Cuando el único policía que quedaba disparaba su arma al individuo que atacaba a su pareja, varios vecinos llamaban a los bomberos y a la policía. El esposo y el otro policía mientras tanto parecían estarse comiendo al gordito. El tercer disparo sacó de su letargo al vecino del cuchillo y finalmente se hizo de coraje para salir. Le gritaba a los atacantes que cesaran sus ataques, pero parecían no escucharlo. El esposo, con algo que parecía un pedazo de intestino volteó a mirarlo, aunque sus ojos estaban vacíos. Se levantó lentamente, caminó hacia el vecino que traía puestos unos pantalones deportivos negros y una camiseta blanca. Levantó su cuchillo de manera amenazante y le gritó que se detuviera. El esposo siguió caminando, gorgoreaba en su garganta la sangre del policía de bigotito y se le hacían burbujas en la boca. Al pasar junto a la patrulla la esposa dio un grito, el esposo se acercó a ella, guardó silencio por un momento, hasta que él le encajó los dientes y le arrancó una oreja.

miércoles, 2 de abril de 2008

Día Zeta parte VI

Eran como las siete y veinte, el comandante de policía desayunaba a gusto en su casa. Sus hijos ya habían salido a la escuela y estrían en camino. No prendió la radio y no se enteró del problema con el transporte público. En la oficina de seguridad pública llegó otra llamada más, era un muchacho asustado que declaraba haber visto un hombre salir de un camión de gas y atacar a un calvo en pantuflas, no estaba seguro pero él creía haberlo visto morderlo hasta arrancarle un pedazo de carne. El policía se levantó de su asiento y le dijo a su compañero que llamara a la cruz roja, él llamaría al comandante una vez más.
El desconocido que salió del auto estaba ahora sobre el policía mordiéndole la cara, la sangre salpicaba la banqueta. Un par de vecinas gritaron, el vecino con el cuchillo abrió un poco más la puerta de su casa, desde donde estaba no podía ver bien qué estaba pasando. El policía gordito gritó al desconocido que se detuviera y caminó con el arma en la mano hacía donde se encontraba, fue cuando el esposo de la señora en bata se abalanzó hacía él, su compañero de la herida en el cuello, que había dejado de sangrar, hizo lo mismo. Comenzaron a morder al oficial del bigotito en todo el cuerpo, arrancando pedazos de carne para después encajar en esas heridas sus dedos y comenzaron a arrancar pedazos de piel. Un vecino que miraba desde un segundo piso vomitó. El que traía el cuchillo de cocina simplemente se congeló.

lunes, 31 de marzo de 2008

Día Zeta V

Finalmente a lo lejos se alcanza a ver una combi. No se hace una cola, sino que la gente comienza a apelotonarse, se bajan a la calle, intentan ser los primeros en subirse al transporte, una señora recibe un codazo de un adolescente y una muchacha empuja a una viejita por ganarle un pequeño espacio. Por estar intentando colocarse en la posición y lugar óptimo para agandallar un lugar en la combi nadie observa la velocidad del vehículo. Los muchachitos de secundaria, pequeños e imprudentes se adelantan, pisan ya la calle, avanzan poco a poco, están en primera fila.
Sumamente molesto un señor calvo y con pantuflas guindas abre de golpe su puerta. Deja dentro un palo de escoba, decide no hacer amenazas aún. El jingle del camión del gas le tiene completamente enardecido, no sabe bien qué va a hacer pero sí está seguro de algo: se tiene que detener el ruido. Ya. Abre la puerta de golpe y de esa misma manera sin saber qué le golpeó, cae al suelo. Su sangre se mezcla con la que ya estaba corriendo por la calle. Un muchacho que por ahí caminaba alcanzó a ver el evento. Se echó a correr sin creer sus ojos. No, no era posible lo que había visto.
Los policías que habían llegado de Obregón entraron en sentido contrario. La vista no era agradable. A media calle un auto, dentro de él goteaba sangre, escurría por los vidrios, el oficial con la herida en el cuello hacía un ruido gutural, el esposo de la señora histérica también intentaba o al menos eso parecía comunicarse a través de estos ruidos que salían del fondo de su garganta. Caminaban con paso incierto hacía el policía de bigotito y la señora, amenazantes. La otra patrulla se detuvo y salieron ambos elementos bastante nerviosos y asustados. Uno de ellos con más decisión se acercó al que sangraba y le preguntó si estaba bien, se acercó a ayudarlo cuando repentinamente del auto, que aún estaba encendido, salió un tercer individuo con la boca llena de sangre. Mordió al policía exactamente en la nariz.
Entre empujones y gritos intentaban huir, varios niños se cayeron al suelo y uno de ellos fue pisado varias veces. Las señoras gritaban lo que agravaba el pánico. Un señor cayó al suelo rompiéndose una muñeca, se había resbalado con la sangre que corría ahora por la calle y había salpicado a la muchacha que antes trató mal a la abuela. La combi estaba a sólo unos metros, empotrada en la ventana de una panadería. Había perdido el control después de arrollar a tres de los chicos de la primer fila, uno de ellos se había metido a través del parabrisas, el otro cayó bajo las ruedas y el tercero fue arrojado hacía la gente, había perdido en el golpe un brazo.

domingo, 23 de marzo de 2008

Día Zeta parte IV

La gente está en las esquinas, juntándose, primero silenciosos. No ha llegado el transporte público. Muchos muchachos prefieren irse andando debido a la hora. Van a llegar tarde. ¿Alguien ha visto al señor de los tamales? Una chica que camina hacía la esquina maldice al ver la cantidad de gente, voltea ligeramente, le pareció escuchar un cuete tronar ¿qué santo se celebrará hoy?
La patrulla que está arribando a Álvaro obregón escucha claramente lo que reconocen de inmediato como un disparo. No hay nadie en el camión de gas, una de las puertas está abierta, el sonsonete irritante no deja de sonar. Indecisos sobre si quedarse ahí a investigar o ir a la otra calle se miran las caras. La radio truena y se escucha una voz que les comanda ir a la calle Carranza, las puertas de la patrulla se cierran y dejan el camión de gas abandonado. Desde el ángulo que se habían estacionado no vieron la sangre en la banqueta, expandiéndose y corriendo por el canalillo.
En la estación de radio local llegan las llamadas preguntando y quejándose sobre los microbuses y las combis. Son como las siete y cinco, tal vez siete y diez. Llega una llamada más a la oficina de seguridad pública, alguien se queja amargamente de un camión de gas que tiene “media hora” estacionado frente a su casa. El oficial le explica que están tratando una emergencia, que en cuanto sea posible mandará una patrulla a checar el camión de gas. No pide la dirección, está preocupado, ¿a quién le importa un camión de gas? A él le llamó la secretaria de la compañía de gas, no hubo mención del camión, no hay relación alguna con los casos.
La calle Venustiano Carranza es un caos. Tras la patrulla se esconde el oficial de bigotito, y la señora en bata. El oficial con la pistola apuntando directamente a su pareja, quien está completamente ensangrentado. Tiene una herida en su cuello de donde escurre un chorrillo de sangre que humedece el uniforme. Se mueve con mirada perdida, se comienza a poner blanco por la pérdida de sangre, sus manos se contorsionan. La señora grita desesperada una vez más, de su casa sale su esposo con un andar similar, pálido y con un brazo completamente ensangrentado. El oficial de bigotito no sabe a quién mirar, un vecino ha abierto la puerta de su casa y mira a través de una rendija, tiene en la mano un cuchillo de cocina.

viernes, 21 de marzo de 2008

Día Zeta Parte III

A las siete de la mañana se recibe una llamada a la estación local de Radio donde alguien quiere reportar unos escándalos. Hay gente en una casa gritando y se escucha como si se estuvieran peleando. Se quejan de que el ayuntamiento no hace nada, que los policías son de cocholate y cosas así. Se menciona que el transporte público está muy mal. Para cuando la patrulla llega a la casa del incidente ven el auto aún encendido y con la puerta abierta frente a la casa. Hay algunos vecinos mirando por la ventana. Uno de los policías sale de la patrulla y se acerca al auto, hay sangre en el suelo. Cuando entra para apagar el motor su pareja no se ha dado cuenta del chisguete de sangre en el parabrisas. Una vecina que observa desde un ángulo desafortunado grita y aún a través del vidrio de la ventana el otro policía, la escucha. Sale con apuro, es uno de esos policías de bigotito y vientre protuberante. No ha dado la vuelta a la patrulla para acercarse al auto cuando de la casa sale corriendo una señora en bata de dormir ensangrentada e histérica. El policía se cae del susto, los vecinos están alterados, dentro de la casa se escuchan ruidos, se rompen vidrios. Otro grito.
En la otra cuadra los señores del gas han avisado por radio a su central el mórbido hallazgo. La segunda llamada que llega a la oficina de seguridad pública es de la secretaria de la compañía de gas. Eso como a las siete de la mañana. La calle es la Álvaro Obregón, paralela a Venustiano Carranza. El otro policía que acompaña al que atiende el teléfono le hace, a manera de comentario, la siguiente observación “¿qué no era esa la colonia donde reportaron anoche la pachanga ruidosa?” y ahí muere el comentario, “no se preocupe, ahorita mando una unidad a su domicilio” 10-4 hay un 23 en la calle Álvaro Obregón. Siendo un posible asesinato el oficial llama a su superior, quien apenas se estaba levantando. La tercera llamada llega, ya son seguramente las siete. Mientras el policía que atendió las anteriores llamadas llama al comandante, el de las cartas levanta el auricular. Una persona histérica intenta de alguna manera describir un acto violento, dónde está, no le entiendo, qué fue lo qué pasó, aja, ya mandé una patrulla, enseguida mando otra al domicilio. La cosa se pone más grave, ahora sí están preocupados, en ese momento el policía logra entablar comunicación con el comandante y le dice con apuro lo que está pasando. El comandante se preocupa y le ordena ponerse en contacto con la patrulla que envió, además de mandar otra más… voltea y se despide de sus hijos quienes están saliendo a la escuela.

jueves, 20 de marzo de 2008

Dia Zeta parte II

Quienes no salen a las 6 de la mañana no entienden por qué el camión del gas está detenido en la otra cuadra sin moverse desde hace ya más de quince minutos ¿toma tanto tiempo atender un par de clientes? Cuántos vecinos van a preocuparse por el grito si a nadie le importa lo que la gente haga en la calle, no falta el fin de semana que unos borrachos hagan escándalo. La policía nunca se preocupa. La gente toma bebidas alcohólicas en la vía pública, choca contra postes, rompe botellas, arroja cuetes, escucha sus autoestéreos a todo volumen, tiene a los perros ladrando en la azotea ¿alguien consideraría estos factores un riesgo? No. No en México. Así que a las seis de la mañana que los señores del gas encuentran el primer cadáver nadie se entera. A las seis y cinco que es atacada la señorita que va a su trabajo las autoridades duermen placidamente, no son horas de oficina. A las seis y diez entra corriendo de regreso a su casa un hombre que dejó a media calle su auto encendido, huyendo, ensangrentado le grita a su esposa que cierre la puerta… los niños despiertan con los gritos de su padre.
En el ayuntamiento local llega la primer llamada de auxilio o eso de las seis y veinte, seis y media —nadie está tomando el tiempo, no hay bitácoras, no se graban las llamadas, así que… quién sabe—, el oficial que toma la llamada no entiende bien las palabras de la persona al otro lado de la línea. La señora está bastante alterada, no se explica claramente, de todos modos el individuo, medio dormido, o quizá jugando cartas con su “pareja”, no está tomando notas, no está realmente poniendo atención. Unos minutos después logra tomar una dirección, está alarmado pero no preocupado. Tal vez es de esos individuos que piensan “viejas histéricas” sin embargo dice algo así como “no se preocupe, ahorita mando una unidad a su domicilio”. Localiza por radio a una patrulla, tal vez sea uno de esos policías que andan en motocicleta, 10-4 hay un 20-32 en la calle Venustiano Carranza. Se toman su tiempo, no hay urgencia ¿o sí? Finalmente un 20-32 sólo es un disturbio doméstico “alguna vieja histérica”… en su camino al número 56 de la Carranza buscan a la señora de los tamales. Quién sabe por qué no está, si ya son casi las siete de la mañana. Por cierto, los niños que entran a las prepas y secundarias comienzan a salir a las frías calles.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Día Zeta Parte I

Es media noche, a lo lejos se escuchan ladrar unos perros, unos minutos después todo el vecindario está lleno de ladridos. Nadie le da importancia, ha sucedido antes. Eventualmente se van a callar. Se escucha un auto partir a toda velocidad; algún borracho. Se escuchan unas detonaciones, qué fiesta tan escandalosa están armando. Amanece y el ambiente está en calma, la gente que se levanta temprano a eso de las cinco y media está tomando un baño, escucha las noticias de la capital y el país, en algunas casas se fríen huevos, en otras sólo se escuchan pasos apurados que buscan llaves, documentos ¿dónde quedó el fólder azul? Son alrededor de las seis de la mañana y las banquetas se comienzan a llenar de pasos. Se perciben autos que están siendo calentados y a lo lejos se escucha el primer camión de gas con su espantoso perifoneo. La tonada monótona, reverberante y sorda no cesa pero el sonido no avanza por la calle como hace unos minutos. Se cierran algunos garajes y el movimiento debería comenzar, mas los autos siguen estacionados frente a sus casas. Algunos no llegaron a la parada de la combi, otros se quedaron esperando un microbús que simplemente no llegó. La fiesta ruidosa de anoche, con los perros, los cuetes, el auto, fue estruendosa; hay sangre en una banqueta ¿dónde está la policía? No han pasado ni diez minutos y con el infernal jingle del gas al fondo, se escucha un grito que te enfría la sangre.

martes, 18 de marzo de 2008

Sin Título

Hace algunos años escribí estas línea ¿es un microcuento? ¿es un aforismo? Lo ignoro. Pero me gusta.


Lo vi caminar junto a mí.
Venía de negro. Sus botas, sus pantalones, la chamarra y su alma; tal vez su corazón. Pero ese no se ve, no tan fácilmente. El alma se ve a través de los ojos, pero el corazón sólo se ve a través de acciones...

Peripecia

Se define como: En cualquier composición literaria, acontecimiento repentino e imprevisto que supone un cambio de la situación anterior. Y eso es lo que sucederá en La Abadía. Tenía parcialmente abandonado este Blog porque hasta cierto punto la línea editorial que manejaba era cuasi-cultural. He decidido usarlo para publicar mis ficciones. La primera es una leyenda urbana común en México.

Ha pasado en algunos estados de la república, que los niños son mandados a la tiendita a comprar el pan molido y el refresco para la comida. Los niños regresan a casa y la mamá les dice que pongan el refresco en el refri mientras ponen la mesa y esperan a que el papá llegue. Una vez puesta la mesa, se sirve la comida, se calientan las tortillas y se comienza a comer. De pronto uno de los niños se sofoca y comienza a ponerse azul, la mamá grita y el papá inmediatamente comienza a darle de palmadas en la espalda al niño, quien entre espasmos tose un trozo informe al plato de la sopa, salpicando el mantel. Aliviada, la mamá procede a ver lo que obstruía la garganta del niño, para horrorizada ver que es un dedo humano, que de alguna manera, había ido a dar a la botella de refresco.

Próximamente, más.

El mejor lugar para leer.

El mejor lugar para leer.
Quien no entre al baño con una buena revista o libro ¿a qué entra?