martes, 8 de abril de 2008

Día Zeta Interludio

En 1932 Bela Lugosi estelariza White Zombie, y aunque no es el primer filme sobre zombis sí es el más famoso. Al parecer este tema no es realmente del agrado de la gente, porque aunque hubo otros intentos, durante el Macartismo (McCarthyism)la sociedad se puso muy intolerante y entre muchas cosas que fueron censuradas fueron los temas que tenían que ver con los muertos. No fue sino hasta 1968 que Night Of The Living Dead puso el género de nuevo bajo el ojo público. Hay docenas de filmes sobre muertos vivientes y cada una retoma alguno de los pocos folclores que existen para justificar que los difuntos caminen. Lo que yo quise hacer fue llevarlo a un contexto social local, ya que las buenas películas de zombis son en el fondo un reflejo de lo que es una sociedad. Eso aunado al hecho de que en Estados Unidos las casas son de madera y los zombis entran fácilmente, en México qué horda de zombies podrá entrar a una casa de concreto con celosía en las ventanas y zaguanes de metal. El proyecto fue escrito originalmente para hacer una carpeta roja que indica qué hacer en caso de crisis. Es sutil, como todo relato de zombis, pero el reflejo de lo que la gente hace en casos de crisis intenta verse reflejado en el Día Zeta. gracias por leer y gracias por los comentarios. Las siguientes entregas muy pronto.

domingo, 6 de abril de 2008

Día Zeta parte VIII

De dónde salió la gente que intentaba ayudar al muchacho que era atacado por el chofer de la combi. No menos de seis personas ahora intentaban arrancarle al chofer el cuerpo del joven, a quien le faltaba un ojo y parte de la mejilla. Un señor de gorra azul abrió la puerta del vehículo para intentar ayudar desde dentro, cuando lo hizo el roto cuerpo del niño de secundaria se le echó encima, sus brazos colgando a los lados como una muñeca de trapo. Los sonidos que hacía venían del fondo de su garganta y hacían que se le enchinara la piel a los que lo presenciaron. El señor cayó en la calle con el chico intentando morderlo, notó al tomarlo del cuerpo para evitar el ataque que tenía casi todas las costillas rotas.
El hermano del hombre calvo tomó el palo de escoba y salió decidido a darle una buena lección a esos estúpidos del gas. Encontró lo que quedaba de su hermano en las manos de un hombre con overol y una gorra roja, hacía juego con la sangre que corría por las comisuras de su boca, un segundo individuo al que le faltaba un brazo, arrancaba con las manos un pedazo grande de estómago el pánico rápidamente se convirtió en rabia y comenzó a golpear fuertemente con el palo al individuo de la gorra roja quien no dejó de masticar. De reojo miró dentro del camión, había el cuerpo mutilado de un hombre con una llave perico en la mano. Su ira aumentó, perdió la conciencia y regresó corriendo a su casa dando tumbos. Cuando volvió a salir traía en sus manos una escopeta de cacería.
Lleno de terror el vecino de pantalones deportivos negros encajó el cuchillo profundamente en la espalda del esposo quien masticaba la oreja de la esposa mientras la sostenía firmemente. Ya no había policías, cuatro completamente inutilizados por estos… estos monstruos. Nadie sabía qué hacer, el cuchillo estaba encajado hasta media hoja en la espalda del esposo ¡el extraño del auto había recibido varios disparos y seguía… seguía comiéndose al policía! El chofer de la combi tenía el cuello roto y se había comido al joven de la corbata, el chico de secundaria intentaba morder al señor de la gorra, una muchacha a unas cuadras de ahí se levantaba con la mitad de la cara cayéndose a pedazos, los dos chicos atropellados repentinamente se levantaron —bueno uno se arrastraba ya que tenía las piernas rotas— y buscaban atacar a las señoras gritonas que estaban ahí sin hacer nada pero chillando o balbuceando cosas inútiles como “llamen a la policía”, el comandante de la policía llegaba a su oficina donde no le informaban qué pasaba pues habían perdido contacto con las dos patrullas, la secretaria de la compañía de gas no podía contactar a sus dos hombres del camión 13, en el paradero del transporte público, yacían cuerpos de los choferes, habían sido atacados por los cadáveres de la cruz verde que estaba localizada frente al sitio, personas con la cicatriz en Y fresca en el pecho mordían carne de un moreno de cabello largo. No muy lejos se levantaba una señora godita con el brazo enteramente mordido, roído de hecho y empujaba sin razón aparente en este estado su carrito de tamales, un carraspeo era lo único que salía de su boca. La pequeña ciudad se enteró de que algo andaba mal cuando se escuchó la explosión. Los bomberos no podían creer sus ojos cuando vieron la nube de fuego y humo. Parecía inverosímil que en una mañana normal, un camión de gas hubiera volado en mil pedazos.

jueves, 3 de abril de 2008

Día Zeta parte VII

Un par de personas se acercaron de inmediato a la combi y comenzaron a preguntar si había alguien dentro, si estaban bien. Abrieron la puerta del vehículo y vieron al conductor con el cuello roto. Dentro sólo yacía el cuerpo inerte del chico de secundaria con una herida en la cabeza y los brazos rotos, en posiciones fuera de lugar. Las señoras ahora lloraban y entre sollozos gritaban, nadie hacía nada por calmarlas, ellas mismas no ponían atención alguna a lo sucedido. Parecía que todo estaba en manos de los instintos, no de la razón. Uno de los jóvenes que se había acercado a ver si el chofer estaba bien, fue tomado de su corbata por el conductor, el sobresalto fue mayor pues el individuo claramente tenía el cuello roto. Al tomar la corbata con ambas manos ya no pudo zafarse, el chofer lo jaló hacía sí y comenzó a morderlo. Sí, las señoras volvieron a gritar.
En la estación de la cruz roja llegaba la llamada del oficial que estaba en el ayuntamiento a eso de las siete y veinte, hablando en código numérico describió un posible accidente en la Álvaro Obregón y pidió una unidad de emergencia. La operadora contactó a los paramédicos quienes salieron al lugar de inmediato. El comandante de policía mientras tanto estaba terminando su desayuno, se preparaba para ir al ayuntamiento. Según él, estaba haciéndolo lo más aprisa posible. Se despidió de su mujer y subió a su auto.
Cuando el único policía que quedaba disparaba su arma al individuo que atacaba a su pareja, varios vecinos llamaban a los bomberos y a la policía. El esposo y el otro policía mientras tanto parecían estarse comiendo al gordito. El tercer disparo sacó de su letargo al vecino del cuchillo y finalmente se hizo de coraje para salir. Le gritaba a los atacantes que cesaran sus ataques, pero parecían no escucharlo. El esposo, con algo que parecía un pedazo de intestino volteó a mirarlo, aunque sus ojos estaban vacíos. Se levantó lentamente, caminó hacia el vecino que traía puestos unos pantalones deportivos negros y una camiseta blanca. Levantó su cuchillo de manera amenazante y le gritó que se detuviera. El esposo siguió caminando, gorgoreaba en su garganta la sangre del policía de bigotito y se le hacían burbujas en la boca. Al pasar junto a la patrulla la esposa dio un grito, el esposo se acercó a ella, guardó silencio por un momento, hasta que él le encajó los dientes y le arrancó una oreja.

miércoles, 2 de abril de 2008

Día Zeta parte VI

Eran como las siete y veinte, el comandante de policía desayunaba a gusto en su casa. Sus hijos ya habían salido a la escuela y estrían en camino. No prendió la radio y no se enteró del problema con el transporte público. En la oficina de seguridad pública llegó otra llamada más, era un muchacho asustado que declaraba haber visto un hombre salir de un camión de gas y atacar a un calvo en pantuflas, no estaba seguro pero él creía haberlo visto morderlo hasta arrancarle un pedazo de carne. El policía se levantó de su asiento y le dijo a su compañero que llamara a la cruz roja, él llamaría al comandante una vez más.
El desconocido que salió del auto estaba ahora sobre el policía mordiéndole la cara, la sangre salpicaba la banqueta. Un par de vecinas gritaron, el vecino con el cuchillo abrió un poco más la puerta de su casa, desde donde estaba no podía ver bien qué estaba pasando. El policía gordito gritó al desconocido que se detuviera y caminó con el arma en la mano hacía donde se encontraba, fue cuando el esposo de la señora en bata se abalanzó hacía él, su compañero de la herida en el cuello, que había dejado de sangrar, hizo lo mismo. Comenzaron a morder al oficial del bigotito en todo el cuerpo, arrancando pedazos de carne para después encajar en esas heridas sus dedos y comenzaron a arrancar pedazos de piel. Un vecino que miraba desde un segundo piso vomitó. El que traía el cuchillo de cocina simplemente se congeló.

El mejor lugar para leer.

El mejor lugar para leer.
Quien no entre al baño con una buena revista o libro ¿a qué entra?