domingo, 10 de agosto de 2008

Día Zeta parte XII

¿Cuáles son las características del reanimado?
Recabando la información de varios testigos se llega la conclusión de que no tienen circulación sanguínea, tampoco funciones corporales y aunque “comen” no tienen funciones digestivas, testigos corroboran que a los apestosos que han comido mucho el estómago se les revienta, no van al baño, ni tienen otro tipo de reacción física. No sienten dolor, se les dispara, hiere y hasta quema sin que aparentemente sufran. No respiran aunque por alguna reacción que algunos han llamado acto reflejo aspiran aire, lo que da resultado al lúgubre “quejido” del zombi y a ese carraspear nefasto que sale de sus bocas. Al no tener circulación su andar es tieso, no se ha visto a ninguno correr y en grupos pequeños o individualmente se les burla fácilmente. No se sabe si tienen sentidos, mientras el zombi sea “fresco” aún puede ver pero conforme sus ojos van descomponiéndose pierden la vista, nunca se les ha visto mover los ojos, para mirar a otro lado siempre voltean —lentamente—, tienen muy buen oído y lo corroboran la mayoría de los sobrevivientes, el menor ruido les atrae. No sabemos por qué no se comen los unos a los otros, pero no lo hacen, comen sólo carne viva, normalmente tampoco comen animales pero hay un par de testigos que dan cuenta de haber visto un grupo de ellos atacar una vaca y despedazarla en minutos. Los perros y gatos normalmente no son tomados en cuenta. Los apestosos no se mantienen en grupos por motivos aparentes, aunque una vez establecida una “manada” raramente se separan. Los hay solitarios —llamados “solapas”— y los hay en grupos —llamados “Bola”— estos últimos son los más peligrosos ya que si bien uno sólo no es muy fuerte, no más fuerte que una persona normal, en grupos pueden llegar a ser una fuerza sumada de temer. Uno podría no tirar una puerta, diez con su esfuerzo colectivo sí. No trabajan juntos coordinadamente ni se ponen de acuerdo. Cuando uno detecta comida, los demás le siguen por mero instinto, pero no se ha visto que haya comunicación entre ellos, simplemente un vago sentido de instinto.

martes, 5 de agosto de 2008

Día Zeta Parte XI

Las siguientes líneas contienen conocimiento recabado por algunos de los sobrevivientes quienes han intentado encontrar una explicación mientras intercambian consejos para sobrevivir en lo que queda de su ciudad. Sucede como en la fábula donde los tres ciegos son llevados a un cuarto donde hay un animal y cada uno toca una parte, uno describe un animal grande como árbol, grueso; otro narra un animal delgado y como una serpiente, el siguiente cuenta que es un animal volador que tiene unas membranas para volar. Nunca supieron que era un elefante pues uno tocó una pierna, otro la cola y el tercero la oreja. Si se hubieran juntado a platicar tal vez hubieran juntado sus experiencias para darle sentido a sus percepciones. Eso intentaron algunos cazadores de zombis.
¿Cómo comenzó?
No se sabe a ciencia cierta. Atacaron primero, o al menos así lo indica la evidencia en la calle A. Obregón la noche del lunes. Esa noche aparentemente se reanimaron todos. En el anfiteatro de la cruz verde se dio la primera masacre que se extendió al paradero del transporte público. La explosión en Obregón no dejó pistas para saber de dónde salieron los “apestosos” —como se les llama coloquialmente— que atacaron ahí. Pudo haber sido un velorio. Los principales ataques se dieron en la calle Roberto Gómez donde se localiza el anfiteatro, Á. Obregón y Venustiano Carranza donde explotó el camión de gas, Ave. Reforma donde sucedió el incidente del transporte público, Calle 4 donde está localizado el cementerio, calle Buendía donde está la clínica y el cadáver de una ancianita provocó un ataque y de ahí simplemente se extendió. En dos días no había lugar donde no hubiera apestosos.
¿Qué lo provoca?
Se ha hablado de todo. Esporas del espacio, un virus, bacterias, vudú, material radioactivo, rayos cósmicos, el chupacabras, castigo de Dios, guisados echados a perder, las vacas locas, los gringos —mencionados sólo así, como si ellos fueran la causa simple y llana de un problema— y el gobierno. Un médico sobreviviente asegura que los cuerpos reanimados no necesitan o tienen condición alguna previa a la reanimación. Simplemente se levantaron. Su cuerpo sigue en descomposición y ”la enfermedad” no parece tener progresión alguna.

sábado, 2 de agosto de 2008

Día Zeta Parte X

En la avenida Reforma el caos imperaba a las nueve de la mañana. El choque de la combi de transporte público había atraído muchos curiosos quienes nunca indagaron qué pasaba. No falta nunca quien quiera “echar una mano”, sin embargo esta gente no tiene la más mínima preparación en primeros auxilios y carece de todo conocimiento de protocolos de emergencia. Siempre bien vistos por ser gente con buenas intensiones, son los primeros en hacer mayor el problema al tomar acciones imprudentes, impreparadas. Fue gracias a estos samaritanos y a los mirones que para las nueve de la mañana sólo quedaban unas cuantas personas vivas. La crisis crecía geométricamente. Un señor se encerró en un cajero automático de la Av. Reforma y ahí murió de hambre cuatro días después. El Banco hubiera sido un buen lugar para guarecerse pero los Bancos no abren temprano. Permaneció cerrado y sin brindar protección alguna.
En sólo dos días, de esa mañana de martes, al amanecer del jueves la mitad de la población había sido mordida, atacada o asesinada por error. No había policía, no había bomberos, protección civil ni siquiera se enteró bien de qué había pasado, algunos habían logrado huir de la ciudad, la estación de radio local fue atacada la tarde que comenzó el evento y dejó de transmitir a las 4:23 p.m. y la pequeña camioneta de la televisora que intentó entrar a la pequeña ciudad tuvo que detenerse por la cantidad de vehículos en media calle, por choques imprudentes, ataques, disparos y gente manejando en estado de histeria. A pié fueron atacados a unos metros y caminaban con los demás zombis veinte minutos después. Sólo un helicóptero puedo dar la nota y nunca pudo describir lo que realmente pasaba. Quien se había salvado se había encerrado en su casa. Algunos cometieron el error común de mantener en su hogar un pariente convertido en zombi quien eventualmente terminaba comiéndose a sus cuidadores samaritanos.

viernes, 1 de agosto de 2008

GRIMA

Quien ha sentido y vivido la grima sabe lo que es la desesperación, sabe lo que es la desolación de un paraje abandonado que en tiempos anteriores, siempre mejores, fue un frondoso y lozano corazón. Quien porta como blasones las cicatrices de la pena que ardiente y sin descanso nos abrasa por las noches cuando nuestros oníricos anhelos nos dan dulce dolor, sabe bien lo que es llorar estando vacío por dentro. ¿De dónde salen esas lágrimas? Vacuos estamos, descarnados, intensamente desmembrados y en pedazos nos arrastramos por las memorias de lo que fue, de lo que fuimos, de lo que pudo ser pero no sucedió porque no quisimos, porque nunca tuvimos el conocimiento, la fuerza, la voluntad, el amor... todo aquello, y al mismo tiempo ninguno de eso. Deseamos tan intensamente que nos miren, como ciegos nos colocamos frente al atrio de quienes queremos nos vean tirados, en andrajos y portando las yagas de nuestra desgracia. Estiramos así la mano y pedimos una limosna de lástima, un poco de pena, que alguien diga “pobre diablo”... frío es el suelo y frías las miradas de aquellos quienes osan posarla sobre nuestro ultrajado cuerpo y marchitado corazón. Oh cómo disfrutamos de las lastimeras miradas de aquellos que murmuran y se deleitan a su vez con nuestra preciosa grima. La mostramos, la presumimos, la portamos junto con el resto de nuestros escapularios de desavenencias. ¿No es hermoso ser un miserable? ¿no te llena de gozo mórbido poder mostrar ante los demás la lepra sentimental que alguien dejó en ti? Revuélcate, anda, restriega en el rostro de los demás la hermosa capacidad que tienes para sentir un enorme, asquerosamente hermoso y rollizo dolor. Ah, a penar, que penando es como se nos ha enseñado a andar por el mundo, nadie puede aspirar a recibir nada si no pena. Grima, grima hay que sentir y cosechar. Grima es el sentimiento que mejor te queda.

El mejor lugar para leer.

El mejor lugar para leer.
Quien no entre al baño con una buena revista o libro ¿a qué entra?