martes, 13 de enero de 2009

Aquel Día

AQUEL DÍA

Se acercó a ella y sentándose a su lado, la miró a los ojos. Intentaba ver en ellos lo que él sentía que había en los suyos... Pero no halló nada. Eran los mismos ojos hermosos de siempre, le sonreían, le miraban y tal vez, pensó, le interrogaban. Entreabrió la boca para preguntarle... pero calló, reprimió un suspiro y cerró la boca. Tenía tanto de no verle, tanto había pasado y era tan, pero tan distinto. No dejó de mirarla y ella tampoco, ¿acaso estaría pensando lo mismo? no, no era plausible, estaría pensando en por qué él la miraba incesantemente o en por qué la había citado después de tanto tiempo de no verse. Tal vez no tenía nada en la cabeza...
- ¿Y bien...?
Dudó un momento antes de decir...
- ¿Y bien qué?
- ¿Qué me vas a preguntar?
- ¿Qué te hace pensar que te voy a preguntar algo?
- ¿Por qué respondes a mis preguntas con otra pregunta?
- ¿En verdad eso estoy haciendo?
Calló y lo miró con una sonrisa socarrona en las comisuras de su boca...
- Ho, lo siento, en verdad lo siento...
- No lo sientas, y dime qué me vas a preguntar...
- Yo; bueno en verdad quería.... no. No tiene importancia... es tonto.
- Tonto sería tener una pregunta y no hacérmela sabiendo que intentaré ser lo más honesta posible...
- Pero es que...
Lo miró nuevamente, su mirada era la misma que cuando se sentó junto a ella, y al mismo tiempo era distinta, aunque no sabía cómo explicarse en qué manera era distinta.
- ¿Qué ves en mis ojos, en mi mirada?
- ¿Y esa es una pregunta tonta?
- No. Es más bien el preludio a la cuestión en sí.
- Ha bueno si responder a esta primera nos llevará a la pregunta, entonces... bien, qué veo...
Le tomó la barbilla y le giró el rostro un poco a la derecha y luego otro poco a la izquierda.
- Veo a alguien que definitivamente intenta estar más triste de lo que está en realidad. Te duele y te esfuerzas por pretender que lo ocultas, intentas hacer que duela más de lo que duele para así poder fingir que estas ocultando un dolor que para empezar no es tan grande...
- ...
- Y el que calla otorga querido. Ahora dime tú, ¿por qué estamos aquí, por qué estás sentado junto a mi mirándome a los ojos de esa manera?
No pudo articular palabra, eso no era lo que él creía que decía su mirada, él creía que su mirada decía “oh por favor, compadéceme ¿qué no ves que estoy sufriendo?”
- Sabes, en verdad te aprecio y no creo que estés tan solo como crees estar, y yo definitivamente no soy la respuesta a tus problemas.
Estaba en lo correcto, tenía toda la razón del mundo ¿acaso veía en ella una relación platónica? Una que él plantó en su cabeza para después decirse que era platónica, quizá sabiendo que ella seguiría con el “juego”, el juego de me gustaría estar contigo pero es imposible, eres la persona que me hace falta y al mismo tiempo con quien no puedo estar... a esto ha llegado, al grado de tener que estar inventando relaciones platónicas con personas que de verdad lo aprecian.
- ¿En verdad me aprecias?
- ¿Esa era la gran pregunta?
- Es otra pregunta
- ¿De preludio?
- No, es tan sólo otra pregunta...
- Sí.
- Yo... yo no sé qué sé, aunque a veces puedo sentir lo que siento.
- ¿Es esa una pregunta o un acertijo?
- No sé lo que es, es lo que me está pasando, no puedo detener mi mente, no puedo detener mi corazón, no puedo detener los sueños...
Esas pesadillas, donde se ve inmerso en las cosas que más teme, en los escenarios de las películas que más temor le causan. El elemento común: la persecución.
- No te entiendo, regresa un poco y vuelve a decirme lo que me estas diciendo pero con otras palabras...
- Es que ni yo sé lo que quiero decir. En verdad quisiera saber qué es lo que está pasando y quería verte, quería tenerte a mi lado no sólo para no sentirme solo, también para tener alguien a quien decirle que no sé que sé, pero que a veces puedo sentir lo que siento, pero que se confunde lo que siento con lo que pienso y con lo que sé... y eso, me trae pesadillas.
- ¿Tienes pesadillas? [eso sí puedo entender]
- Sí, tengo pesadillas. Sueños surrealistas en los que lo que quiero que pase porque no quiero que pase, pasa.
- Me está empezando a dar miedo, cada vez más te vas alejando de un punto específico y cada vez menos te entiendo...
Un punto específico, eso es tal vez lo que le falta, un punto específico del cual partir. Un punto en el cual las cosas cambiaron y todo esto comenzó, o lo anterior terminó. Pero no lo encuentra, no haya el punto en el cual su mente comenzó a desvariar, a convertirse en lo que es hoy: una maraña de recuerdos, una maraña de memorias aumentadas y corregidas, mezcladas con escenas que jamás sucedieron pero que él imaginó con detalle, que después soñó en alguna pesadilla surrealista y que volvió a vivir dentro de su mente y que dio por sentado que tal vez, en un mundo bizarro, paralelo, sucedió.
- ¿Y bien?
- Pues que de alguna manera ya me es difícil discernir entre lo que es real y lo que me imagino, y entre lo que imagino y lo que sueño... y lo que sueño se mezcla con lo que quisiera que sucediera pero cuando tengo la oportunidad de hacer el sueño realidad me da miedo [o algo así] y acabo no haciéndolo, pero como lo soñé y estuve tan, pero tan cerca de hacerlo, a veces parece que sí lo hice...
- Te da miedo vivir...
- ¿Es una pregunta?
- Sí y no, pero me doy cuenta que en verdad tienes un problema y ese es que te da miedo ser tú mismo y tal vez por eso tienes esas pesadillas, colocándote en escenarios fantásticos, porque te sientes demasiado simple ¿y sabes una cosa?
- ¿Qué?
- Somos simples. Los seres humanos somos seres constituidos por una gran simpleza... todos.
- Pero es que... es que en verdad hay gente extraordinaria...
Quiso decir, tú eres extraordinaria, pero se detuvo, ¿o se contuvo? No podía ver en donde comenzaba el detenerse y en donde terminaba contenerse, y si se contenía estaba negándose la oportunidad de ver si el sueño se haría realidad...
- Sí, y al mismo tiempo que todos somos simples, todos somos extraordinarios, pero no depende de nosotros o de ellos. Sino de quienes les rodean, de quienes nos rodean. Si tú eres extraordinario
[Lo dijo. Ella dijo lo que él no había podido ¿o querido?, decirle a ella y se lamentó, se maldijo por no haberlo dicho antes.]
- es porque yo creo que eres extraordinario. Y la persona que esté junto a ti en el autobús pensará que eres tan simple como el que esté sentado a tu lado. Y el que está sentado a tu lado tiene una madre o un tío o una abuela que cree que él es extraordinario.
- Pareciera que esto lo estoy soñando. Porque yo también pienso que tú eres extraordinaria y... y parece demasiado bueno, demasiado perfecto este momento.
- Pues la vida está hecha de eso, de momentos. Y en este momento, estoy aquí, contigo, y no puedes tener miedo a ser tú, porque tú eres extraordinario.
No dejó de mirarla y ella tampoco, ¿acaso estaría pensando lo mismo? era plausible, estaría pensando en que él la miraba incesantemente y en que la había citado después de tanto tiempo de no verse. Dubitativamente se acercó a su rostro, sólo un poco, muy sutilmente y casi pudo sentir que ella ponía su mano sobre la de él, casi pudo sentir su aliento en su rostro. Cerró los ojos.
- ¿Y bien...?
Dudó un momento antes de decir...
- ¿Y bien qué?
- ¿Qué me vas a preguntar?
- Ho, no nada. ¿No quieres un helado?

D. Mendoza, 2000.

martes, 6 de enero de 2009

Baby, I'm Gonna Leave You

Baby, I’m gonna leave you

Lo sabía, lo supe siempre. ¿Pero, por qué hasta hoy me di cuenta que lo sabía? No lo sé. Y ¿cómo iba a decírselo? Tenía que decírselo, no podía escribírselo, además que no sé escribir con propiedad. No puedo llamarle por teléfono, eso sería impersonal, sería como decírselo a una maquina. A un aparato. Sin sentimientos.
¿Hace cuánto que comenzó todo? Lo recuerdas... o más bien intento recordarlo. Fue aquel día en el parque... no, esa fue la primer cita. Sus ojos ámbar brillaban con el reflejo de mar. Caminaba por la vereda, la misma que habíamos caminado juntos cuántas veces, la que caminamos. Fue... en la reunión de... no, aquello había sido con otra, que se le parece, que de hecho tiene los mismos ojos. Pero la mirada perdida.
Supe que ella estaba también perdida. Que no caminaba por ningún camino conocido. Yo tampoco, pero al menos creí que sí lo sabía. No es lo mismo creer que se sabe y no saber, a no saber y tampoco creer . ¿Sabía que sabía que sé lo que sé? Tal vez no. Tal vez si hubiera sabido que sé, no hubiera dicho que me gustaban sus ojos, y no hubiéramos caminado la vereda...
Aun así, no sé si verdaderamente hubiera dejado de decirlo, de caminarla... de haber sabido. Tal vez aun sabiendo que sabría lo que sé, aun con pleno conocimiento, hubiese escogido caminar la vereda y dejarme atrapar por su mirada.
De hecho, de hecho sí lo sabía. Tan lo sabía que lo ignoré por completo, tan conciente estaba que decidí no saberlo. Pero hoy, hoy ya lo sé. Está en mí y no puede dejar de salir. No más vereda, no más ojos, no más... ¿qué adjetivos le pones a un cúmulo de cosas que te hacen sentir que no sientes nada? Vacuo. Huero. Vano. Yermo.
Y aquí viene. Aquí viene la parte donde me le acerco y le digo:
Nena, te voy a dejar.

Diego Mendoza, 1998.
*El título basado en la canción de Led Zeppelin.

El mejor lugar para leer.

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Quien no entre al baño con una buena revista o libro ¿a qué entra?