lunes, 29 de diciembre de 2008

Una Reflexión

Pasada Navidad viene a mí esta pequeñita reflexión. Celebramos, entre ottras cosas, el nacimiento de Jesús (de ahí Natividad), sin embargo en México muchísima gente le dice "el niño Dios"... ¿cómo puede Dios ser niño? Dios es tres personas, en la religión católica claro, es Padre, Hijo (Jesús) y Espíritu Santo. Jesús es Hijo de Dios, nace de María, es humano si bien actúa haciendo milagros, así que él siendo bebé no puede ser Dios. De hecho su niñez es bastante normal, "humana" por así decirlo. Vaya mi punto final es, no se le debería llamar el Niño Dios, debido a que a) Dios jamás ha sido niño, b) Jesús no nace niño, es un bebé y c) Es ocioso reflexionar en la semántica lingüistica sabiendo que el uso hace la regla, sin embargo. El idioma está para describir las cosas ¿no?...

domingo, 28 de diciembre de 2008

Hogar Navideño Última Entrega

La ardillita estaba bastante a gusto ahora que ya estaba instalada en casa de nuevo. Algunas de las bellotas que tenía en el almacén se habían caído, pero en general todo estaba en orden. Una vez que hubo hecho su inventario y sacudido un poco, se quedó pensativa. Era imposible mover su árbol. Si quería conservar su hogar, tendría que permanecer dentro de la casa de los humanos. Y estaba ese perro que no dejaba de rondar el árbol esperando a que se asomara.
Decidió que no saldría hasta que algo mejor se le ocurriera.
Llegó la nochebuena y la casa se llenó con un aroma exquisito a pavo relleno con almendras. La ardillita tenía aún algunas bellotas, pero este aroma era completamente nuevo para ella, y muy seductor. Se acercó al agujero que era la puerta de entrada a su madriguera y sacó la nariz para oler el aire.
Mhmmmmm, qué rico olía eso. Decidió que no se quedaría sin darle una probada... y el perro estaba decidido a echarle la garra encima en cuanto ella saliera de su madriguera.
Los niños pasaban horas sentados frente al árbol, esperando ver a su invitada, pensando aún en cómo ayudarla... pero ni una ni otra cosa sucedía. El abuelo a veces se sentaba junto a ellos y les decía que le preguntaran a Jesús que qué haría él. Y los niños bajaban la mirada, veían la figurilla y por momentos, instantes, parecía que podría darles la respuesta...
Así llegó la horade la cena y todos se sentaron al a mesa. El abuelo a la cabeza de la mesa, y antes de partir el pavo, los miró a cada uno. Sus ojos se humedecieron y les sonrió, sin decir nada, bajó la cabeza, dio gracias y comenzó a partir el pavo. La alegría salió de él una vez más y todos pudieron sentirlo. Incluso Mott, había dejado su puesto de centinela en el árbol para ir al comedor y sentarse junto al abuelo, esperando su hueso.
Fue cuando la ardillita sacó por primera vez en días la cabeza. Se asomó y cuidadosamente revisó que nadie la estuviera viendo. El rico olor al pavo provocó que de hecho saliera y se parara sobre una de las ramas del árbol. Bajó otra más y el cling, cling de una esfera, alertó a Mott, quien roía ya un hueso. Primero levantó las orejas, y después levanto la cabeza del plato y la vio a mitad de la sala... fue cuando el pequeño, que estaba sentado viendo hacía allá, gritó:
- ¡La ardillita, la ardillita!
Todos voltearon instintivamente y fue cuando Mott se levantó y corrió hacía donde estaba la ardillita, ésta se espantó, y mucho más rápidamente que Mott corrió al árbol y de un brincó subió hasta su madriguera y se metió dentro. Mott instintivamente intentó hacer lo mismo ¡y brinco sobre el árbol...!
Las niñas gritaron, el abuelo cerró los ojos y el pequeño apretó los dientes. Papá y mamá levantaron los brazos y todos se quedaron callados una vez que el árbol, cayó al suelo.
Mott se levantó de entre las ramas y se dio cuenta de lo que había hecho. Gimió y con el rabo entre las patas caminó hacía un rincón. El pobre sentía que había arruinado la Navidad...
El abuelo, corrió hacía su nacimiento, todos hicieron un ademán de querer hacer lo mismo pero se detuvieron ante el horror de que alguna de las figurillas se hubiese roto...
- Jesús...
Dijo en voz baja y alarmado el pequeño que se acercó detrás del abuelo y se asomó sobre su hombro... nadie se inmutó. El abuelo volteó a ver al pequeño y éste sostuvo la respiración. El abuelo se enderezó un poco y le mostró la figurilla de Jesús, intacta.
- Todas están bien...
Dijo el abuelo con voz aliviada. Y todos respiraron y se acercaron al árbol. Muchas de las esferas estaban rotas, la estrella estaba bien, pero un ángel había perdido la aureola y un santa Claus un bracito. Mott, echado en una esquina, chillaba y gemía. El abuelo volteó a mirarlo y Mott gimió aun con más tristeza... el abuelo se le acercó y Mott cerró sus ojos. La gruesa mano del abuelo lo acarició en la cabeza...
- No te preocupes viejo amigo... no pasó nada, no pasó nada... todo sea como el árbol, el bosque está lleno de ellos.
Mott levantó la cabeza y aun triste, intentó sonreírle al abuelo... pero no lo logró.
- ¡Abuelito, abuelito, qué vamos a hacer, tu arbolito está arruinado!
El abuelo levantó la mirada y sonrió. Se acercó a los niños y les dijo:
- No se preocupen por el árbol. Hay muchos otros, pero lo más importante es que ya sé qué hacer para ayudar a la ardillita gris...
- ¡La ardillita! ¿estará bien?
- ¿Ya sabes qué hacer abuelito?
- Así es hijos, Jesús me dijo qué era lo que debería de hacer...
- ¿Y que te dijo abuelito, qué te dijo Jesús?
El abuelo hizo que todos fuesen al comedor, y dejó al pequeño solo en la sala. Con un trocito de pavo en la mano. Se puso en cuclillas frente a el árbol y estiró la mano... nada pasó. Volteó, y miró al abuelo que observaba desde el comedor. Fue cuando de entre las ramas, salió la naricita de la ardilla. El pequeño volteó a verla súbitamente y la ardillita se metió de nuevo. Una vez más se quedó inmóvil y la ardillita salió de nuevo. Poco a poco la ardilla fue saliendo, y en pocos minutos, comía de la mano del pequeño.

Y así, la pequeña ardillita pasó con ellos la Navidad y el año nuevo. El abuelo enderezó el árbol y aunque con menos esferas, un ángel desaureolado y un Santa sin brazo, siguió siendo el árbol de la Navidad y hogar de la ardilla. Hasta Febrero, que el abuelo y los niños salieron al bosque. El pequeño con la ardillita al hombro, y Mott, caminando a su lado. Muchos árboles en el bosque, repitió el abuelo, eso fue lo que me dijo Jesús cuando vi que estaba bien, que había muchos árboles en el bosque. Así que los niños recolectaron todas las bellotas que pudieron encontrar y soltaron a la ardillita para que escogiese uno de entre todos los que habitaban el bosque. Esto tardo un rato, pero cuando lo hubo hecho, colocaron la bellotas en él y el abuelo colocó un letrero que había tallado que decía:
Hogar.
A partir de ese año, cada Febrero sembraron un pino que con los años era cortado para convertirse en el árbol de Navidad y pusieron mucho cuidado en no cortar de nuevo, un hogar.

Fin

Dic 20, 2001.
Con edición adicional Dic. 12, 2004.
Diego Mendoza.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Hogar Navideño, segunda entrega.

Estuvo de pie por espacio de una media hora. Sin moverse ni un centímetro, con el vaho saliendo de su pequeña nariz, los pelos de su cola se movían con el viento y la bellota que traía estaba aun en sus patitas delanteras. Un trozo de tronco aun sobresalía de el piso y era cubierto de nieve paulatinamente. Soltó la bellota y dio unos pasos hacía él... intentó oler el tronco, pero no percibió nada nuevo.
Cuando dio otro pasó cayó dentro de un hoyo en la nieve. Salió de él, y se dio cuenta que había muchos otros, y que rastros de su hogar, estaban esparcidos sobre aquellos huecos. Instintivamente, supo que su árbol se había ido. No sabía cómo y no estaba pensando en eso. Pensaba en sus bellotas, en lo que había almacenado para el invierno. Ningún ardilla podría sobrevivir al invierno en un árbol sin tener el abastecimiento de bellotas que hacen durante el otoño.
Estaba decidido. Tendría que seguir los huecos y los rastros, hasta encontrar su árbol. Si los árboles se van, tienen que estar en algún lado, y ella encontraría en qué lado estaría el suyo. Movió la colita y comenzó a trotar en dirección de los huecos y algunas espinas de pino.

En el camino tuvo que detenerse un par de veces, al parecer el árbol estaba un poco más lejos de lo que ella había imaginado al principio, pero no anochecía y si esto llegaba a suceder, siempre podía pasar una noche en algún otro árbol. Lo importante era no pasar más de tres, sin encontrar el suyo. De lo contrario, no sobreviviría el invierno. La caminata duró mucho, y sus patitas estaban muy frías cuando vio a lo lejos la cabaña. Se detuvo y observó detenidamente la cabaña. Era la primera vez que veía una y tal vez fue por eso que sin miedo alguno se acercó a ella.
Pasó junto a la camioneta y brincó al alféizar de la ventana. Cual sería su sorpresa al ver su árbol ahí dentro... ¡y aun grupo de humanos poniéndole basura encima! Su colita vibró de coraje y decidió que ese era su árbol, esos humanos no tenían por qué estarlo ensuciando... entraría y limpiaría su árbol, entraría a su casita y pasaría ahí el invierno.
Pero... ¿cómo entrar? Estuvo dándole varias vueltas a la ventana y no encontró forma alguna de entrar. Bajó de la ventana y rodeó la casa. Nada. Una de las puertas emanaba más calor que las otras, era la de la cocina, que estaba en la parte de atrás de la cabaña. Estuvo unos momentos ahí de pie mirando la puerta pero no encontró abertura alguna.
Pasó la noche pegada a esta puerta.

A la mañana siguiente, despertó con un sobresalto, pues Mott salió por su portezuela a hacer sus necesidades perrunas como todas las mañanas. Fue cuando ella se dio cuenta que sí había una forma de entrar. Sin mirar al perro, que se dirigía con prisa hacía unos matorrales, intentó empujar la portezuela sin éxito. En eso estaba cuando sintió la respiración de Mott en la colita. Volteó lentamente y Mott comenzó a gruñir. La ardillita sabía lo que eso significaba y antes de que Mott le pudiera dar una mordida, saltó a la ventana y de ahí, con presteza subió al techo. Mott se quedó abajo, gruñendo y mirando hacía arriba. Desde dentro, se escuchó a una de las niñas gritar Mooooott, y aquel entró a la casa dejando tras de él la portezuela balanceándose.
La ardillita bajó cautelosamente e intentó abrir la portezuela una vez más. Estaba muy pesada y pudo moverla sólo un poco. Esto requería de astucia.

Así que fue a la ventana más cercana y comenzó a chillar y a brincar. Mott pudo detectarla rápidamente y el pequeño pudo también verla en la ventana. Mott se dirigió a la portezuela y la ardilla también. Cuando Mott salió de un salto y la portezuela dio el primer vaivén, la ardillita saltó dentro y dejó a Mott con un palmo de narices. El pequeño se dirigía a la cocina también y cuando vio a la ardilla entrar a toda velocidad gritó:
¡Una ardilla, una ardilla!
Una de las niñas la vio cruzar la sala e internarse en el árbol de Navidad y grito:
¡Ahaaaaaa! ¡Mamá, mamá, una rata se metió al arbolito!
El abuelo salió de su cuarto rápidamente y le preguntó a la pequeña que en dónde estaba la rata. El pequeño corrió a la sala y le dijo al abuelo:
No es una rata, es una ardilla, es una ardillita gris...
Tras de él venía Mott, farfullando. De inmediato se acercó al árbol y comenzó a ladrarle ruidosamente.
¡Mott! ¡Mott, cállate ya!
Gritó el abuelo, y Mott volteó a mirarlo con las orejas caídas.
¿Estás seguro de que era una ardillita café?
Sí, sí, entró por la puertita de Mott y corrió hacía acá...
Y se metió al arbolito abuelito... se metió a tu arbolito...
Ya, ya... es nuestro árbol y seguramente ese árbol era el hogar de nuestra amiguita...
Pobrecita, abuelito ¿por qué cortaste la casa de la ardillita?
Él no sabía que era la casa de la ardilla- Gritó el pequeño defendiendo a su abuelo.
No se griten... no, no lo sabía y debí de haber revisado el árbol antes de haberlo cortado...
¿Y que vamos a hacer abuelito? ¿Se va a quedar a vivir la ardillita en tu arbolito?
No puede vivir en tu arbolito abuelito
Sí, sí puede porque es su casita- Replicó una vez más el niño hacía sus hermanas.
Ya, niños ya. Miren niñas la ardillita tiene todo el derecho de vivir en su casita- y continuó, mirando ahora al pequeño- pero este árbol ya no tiene raíces y se secará. La ardillita no podrá vivir ahí para siempre...
Los niños miraron al árbol tristemente y luego voltearon a ver al abuelo una vez más. El abuelo entendió lo que pasaba por las mentes de sus nietos, así que puso su rodilla en el piso y ellos se acercaron a él.
Miren niños, tendremos a la ardillita gris de invitada durante la Navidad, pero tenemos que pensar en algo para ayudarla, no se puede quedar ahí.
Los niños miraron a su abuelo con alegría de saber que la ardillita se quedaría, pero con tristeza de no saber qué hacer para ayudarla.

Concluirá...

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Hogar Navideño Primer entrega

HOGAR NAVIDEÑO

Las pisadas de sus gruesas botas hacían crunch, crunch en la capa de nieve que cubría el suelo del bosque aquella mañana. El vaho salía de su nariz y lo hacía parecer un tren cruzando el bosque. Una locomotora roja, fuerte y pesada.
Caminó por espacio de cuarenta minutos y cuando llegó a un claro, lo vio a la distancia. Se detuvo sólo por un momento y suspiró. La locomotora soltaba su humo, detenida momentáneamente, como si estuviera acumulando fuerzas para un arranque repentino.
Era muy hermoso. Tenía unos dos metros y medio de alto, frondoso con algunas piñas aun en sus ramas. Y su olor, el aroma era indescriptible y fue el elemento para la decisión final. Descubrió sus dedos enguantados, tomó el hacha y el primer golpe resonó seco y hueco por todo el bosque.
En cuestión de minutos estaba en el suelo. El crunch, crunch se mezclaba ahora con el hush, hush que hacán las ramas contra la nieve. La gran locomotora roja cargaba ahora un gran árbol de Navidad.
Cuando el abuelo llegó a la cabaña. Fue recibido por el alegre Mott, quien, moviendo la cola le preguntó cómo le había ido en un ladrido alegre. Antes de entrar, se sacudió la nieve de las botas y sacudió un poco al gran árbol. Mott revoloteaba alrededor del árbol y metía la nariz entre las ramas. Una vez dentro el abuelo colgó su gran abrigo rojo y en mangas de camisa comenzó a arreglar la base del árbol.
La gran cabaña no tardó en llenarse con el dulce aroma de pino. Una vez que hubo terminado y colocado el árbol en el lugar adecuado, puso sus gruesas manos en su cintura y dio un respiro.
Mott ladró, queriendo comenzar a adornarlo ahora que ya estaba en su lugar. Pero el abuelo volteó mirarlo y haciendo tst, tst con la boca y moviendo la cabeza de un lado a otro dijo
No Mott, tenemos que esperar a que lleguen ellos...
Mott bajó las orejas y dio un ladrido con el cual aceptaba, aunque no muy convencido, que tenía que esperar.

II

Las niñas fueron las primeras en bajar de la camioneta y correr a los brazos del abuelo. El pequeño miró la escena desde la puerta y caminó con calma hacía el abuelo. Su gorro le llegaba a la orilla de los ojos y su mirada era dulce y brillante. El abuelo al mirarlo, bajó a las niñas y diciéndoles que entraran a la casa, caminó al encuentro del pequeño.
Lo alzó en brazos y con una enorme sonrisa le dijo:
¿Estás listo para este año?
El pequeño devolvió la sonrisa asintiendo repetidamente. Sin bajarlo al suelo, lo llevó dentro.
Todos quedaron maravillados ante el aroma del árbol. Haa, hoo, salía de sus bocas abiertas, mientras se paraban alrededor de éste sin ponerle atención al nervioso y ansioso Mott, que se paseaba por entre sus piernas. El pequeño se quitó un guante y estiró la mano lentamente, rozó las ramas y se detuvo ahí un instante.
Finalmente, la hora había llegado.

El abuelo bajó del desván las viejas cajas de cartón que contenían luces y esferas, escarcha y adornos, angelitos, renos, elfos y un par de Santa Clauses. Durante el transcurso de la tarde estuvieron colocando con detalle, esmero y cariño cada uno de los adornos, mismos que eran puestos cada año, desde hacía mucho, antes incluso de que los niños nacieran. La estrella era puesta por el pequeño, mientras era alzado por el abuelo y todos se acercaban, lo ayudaban y palmeaban en la espalda. Pero dieron un paso atrás; abriéndole paso a la caja de madera, con la flor de nochebuena tallada en la tapa...
El cofrecillo de la abuela, que contenía el nacimiento.
El nacimiento era colocado al final y cada figurilla de madera tallada, era cuidadosamente sacada por el abuelo, a quien a veces se le humedecían los ojos al hacerlo, todos le sonreían tiernamente y él se limpiaba con su pañuelo rápidamente, los miraba y les decía que qué esperaban, que fueran poniendo las figuras. Desenvolvía cada figura, doblando los cuadritos de tela uno por uno y colocándolos en la cajita. Donde esperarían pacientemente hasta el dos de Febrero, cuando recibirían de nuevo a sus moradores...
Poco a poco, mientras el abuelo sacaba las figurillas, éstas eran colocadas en la casi maqueta que él construía especialmente para la escenificación del nacimiento. La última figura era la de Jesús y era probablemente la más bella de todas.
Un bebé que no era el clásico regordete, con la mirada de santo. Era más bien un bebé en completo reposo, con los ojos cafés bien abiertos, atento, y cabellos negros... El cuadro representaba a primera vista que sus padres, los reyes y los pastores lo amaban. Pero al verlo después de un rato, esa figurilla estaba representando al amor que Él siente por ellos...
Cuando hubieron terminado de adornar el árbol, y el pequeño Jesús fue colocado en el pesebre, el abuelo se levantó y saco de la alacena una botella de rompope y galletas; se sentaban todos alrededor del árbol sobre la alfombra y platicaban hasta que los niños se quedaban dormidos, Mott, dormía con el pequeño.

Continuará

sábado, 20 de diciembre de 2008

Ya va a venir.

- ¿De veras va a venir, mamá?
-Claro que vendrá...
-¿Crees que me traiga todo lo que le pedí? ¡me he portado muy bien!
-Seguramente, él sabe cómo nos hemos portado todos a lo largo del año.
-¿Y como es que sabe todo eso? ¿desde dónde nos ve? ¡porque nos ve! ¿verdad?...
-No exactamente, usa la magia de manera muy sencilla.
-¡¿Cómo?!, ¡¿cómo?!...
¡Rinnng!
-En un momento te lo explico... sí diga..no es posible...en este momento salgo para allá...
¡click!
-Tengo que salir por unos minutos, por qué no preparas unas palomitas y te sientas a ver la tele en lo que regreso.
-¿Pero no te tardas?...
-claro que no.
-¿Y me vas a explicar lo de la magia? ¿y de cómo nos ve?...
-Tenlo por seguro, por qué no intentes usar la magia ahorita, inténtalo y verás cómo funciona...
-¡Sí!
-No tardo nada pórtate bien.

Va a venir, y usa la magia, y nos ve a todos. ¿Cómo le haría yo si fuera él?... creo que no usaría una varita mágica, eso está pasado de moda, quizá use una computadora mágica en donde nos tiene a todos registrados como en mi escuela, o tiene satélites espías como los agentes secretos, de esa forma ¡podría estarme viendo ahorita mismo! Será mejor cambiar de mantequilla a naturales, a lo mejor si no me las como me trae más juguetes, pero eso sería desobedecer y es lo peor que puede uno hacer, mejor me las como. ¿Cómo le hará? Nos ve... me ve... y a mi mamá la veía cuando era niña. O sea que debe ser muuuuy viejito, pero muy fuerte también, aunque para eso tiene ayudantes. Siempre se toma la leche y se come las galletitas que le dejo, mamá dice que si me tomo la leche me pondré muy fuerte, eso lo explica. Junto con lo grande de su barriga, cuanta leche no tomará en una sola noche, ¡y cuántas galletas! Más que papá o mi tío juntos. ¿La leche será mágica? No lo creo, aunque me dijo que lo Intentara... si me dijo que lo Intentara es por que sabe algo y ella lo sabe todo. Sabe cuando no me siento bien, cuando reprobé, cuando tuve alguna pelea en la escuela o cuando quiero algo, ella es como él, saben cómo me porto aunque no me vean, es como magia. La magia que ellos usan... la magia que ellos usan... no debe ser tan difícil, no puede haber truco por que ella nunca hace trampa y si ella no la hace al tampoco.

Si me como otra bolsa de palomas ¿estará mal? Dijo una, si hago otra no la desobedezco, creo, ¿y si me esta viendo? Ella lo sabrá y si ella lo sabe él también. Aunque se me antoja mucho... mejor me preparo un plato de cereal, en la caja está él así que no puede molestarse, seguramente recibe algo a cambio de aparecer en la tele. Juguetes quizá, comida para renos, herramienta para trineos que sé yo. ¿Dónde estará la leche? ¡La leche mágica! Será mejor que le ponga más para ver si ahora sí puedo hacer la magia... ¿qué habrá en la tele? Lo de todos los años, ojalá inventaran otra historia donde no aparezcan fantasmas pasados y futuros, una con ninjas, y un terremoto, o un volcán. ¿Tomarán mucha leche esos fantasmas? Quién sabe si puedan tomar leche siquiera. Está muy rica... ahora me voy a concentrar... Mhm... no puedo, no puedo ver a nadie ni mucho menos saber cómo se porta, esto de la magia tiene su chiste y no se lo encuentro...

No llega mamá... ¿dónde estará? Dijo que no se tardaba, pero ya se tardó. Él nunca se tarda siempre llega el día que tiene que llegar, no sé si tenga hora de llegada, a lo mejor va primero con los que mejor se han portado, lo cual me deja en un horario como de la una o dos, suponiendo que empiece a eso de las doce, por eso no le caliento su leche, que tal si no me porto tan bien y llega como a eso de las tres o cuatro de la mañana... Mis papás ni cuenta se dan, dicen que no hace ruido, yo me he parado tempranito a eso de las cinco y ya están ahí. Y me regreso a mi cama. A las siete ya bajo a ver que me trajo, es mas bonito ver cómo les llega el sol por la ventana a esa hora, brillan, como las caras de papá y mamá.

¿En donde estarán? Papá llega del trabajo a estas horas y no ha llegado, mamá salió hace ya mucho. Ya pasaron dos especiales de caricaturas y la película está por terminar. Tomaré un vaso de pura leche mágica... creo que ahora si... ¡sí!, ya sé que es la magia, puedo ver a papá en la calle, en medio del trafico, quizá se le ponchó una llanta y mamá le esta ayudando, ¡los veo! Y sé que no debo estar despierto hasta dentro de un rato, y que si no llegan debo ir a acostarme, para que él llegue... ¡Yuupi! La magia funciona y es bien fácil, sólo debo cerrar los ojos y ahí estarán, hasta los puedo sentir, creo que la magia está en el corazón... y no en la panza... puedo ver si me concentro a mis abuelos y hasta a mi tío jugando con mis primas. Ya es hora de Irme a dormir, le voy a dejar sus galletas y su leche, ojalá y no lleguen mis papas muy tarde. Podrían espantarlo... y si no viene me sentiría realmente muy mal. Más ahora que ya sé qué es la magia y que seguramente él ya sabe que yo ya sé...

*
-Ya se durmió...
-mejor, así mañana despertará con la sorpresa, que bueno que me alcanzaste.
-Sí, le Iba a explicar lo de la magia cuando hablaste...
-Y si no hubieras llegado tan rápido a lo mejor no viene... pero él siempre llega.
-Este año le echó muchas ganas él lo sabe, le fue muy bien, mejor dicho le va a Ir... ¿Me pregunto si habrá meditado sobre la magia?...
-Yo creo que si lo hizo fue nomás un rato mira cuánto comió, y la tele estaba caliente, se distrajo viendo el clásico navideño... y las caricaturas...
-Oye?, ¿cómo sabías que venía cuando eras pequeño?...
-No lo sé nunca lo medite mucho, tú sabes, era... mágico...
-Mis papas nunca me dieron el discurso de la magia, y creo que será lo primero que haga por la mañana...
-Lo más Importante de estos días es esa magia, que tanto se ha torcido en la tele.
-Sabes... me hace sentir bien..
-¿Qué?
-Que le compré un cereal conmemorativo y no le puso mucha atención, se la pasó preguntando cómo le hacia él para saber como nos portábamos.
-Sí; su carta no era larga, era mas bien...
-¿Mágica?...
-Sí (risas); creo que era mágica.

FIN

Diciembre 1997
Edición adicional 2004

Estoy pensando compartir uno más de mis cuentos de navidad, si has leído este y quisieras ver otro, deja un comentario.


martes, 16 de diciembre de 2008

Cuento de Navidad, Entrega II

La negra estufa alzaba un metro y medio, era de hierro y estaba sostenida en cuatro patas labradas a manera de patas semejantes a las de una garra felina, algo más grandes que las de Cascabel. Carambarím alzó la mirada al techo siguiendo la salida del tubo que saca el humo a través del techo, le dijo a José Mari que atizara un poco más el fuego y que le echará unos trozos de carbón. Una vez avivado el fuego Carambarím sacó de entre su chaquetita un morral del cual saco unas hiervas, las deshizo entre sus dedos un poco y las arrojó al fuego; con un atizador cerró rápidamente la puertita de la estufa y se sentó. En tan sólo un instante un olor indescriptiblemente rico comenzó a llenar la sala, era dulce y fresco, como el campo por las mañanas, plantas, árboles, tierra y otras cosas increíbles comenzaban a tomar forma y entrar por la nariz y los poros, era a falta de una definición mas exacta olor a Navidad.
El humo de la chimenea que se asomaba por el techo de la casita tomaba tonos distintos semejantes a los de un prisma y dependiendo de donde se mirara cambiaba de color cual calidoscopio. La experiencia era fantástica, Cascabel comenzó a rodar sobre la alfombra ronroneando. Al poco rato se escucho el murmullo de varias voces pequeñas.
—Son ellos- exclamó José Mari.
Carambarím se levantó y le dijo a José Mari que abriera la ventana de donde saltaron tres gnomos cargando morrales.
—Vimos tu señal y de inmediato venimos a buscarte, ¿estás bien?- Preguntó uno de ellos que tenía el pelo rojo y unos zapatos muy grande para su tamaño.
—Sí, estoy muy bien, les presento a mi amigo José Mari, ésta es su casa-
—Y de ustedes también- Respondió muy propiamente José Mari.
—Mil gracias- Respondió el segundo duende, retirándose su gorro y haciendo una pequeña reverencia, los otros dos hicieron lo mismo.
—Carambarím, no podemos quedarnos...-
—¡Pero por qué!- Exclamó José Mari. Cascabel, dejó de rodar un momento y miró a los duendes con mirada amistosa y curiosa como lo hacen siempre los gatos.
Los duendes bajaron a la sala y se sentaron junto a Carambarím, con sus gorros en las manos y le dijeron que la leña estaba helada y que las calderas aún no estaban a toda su potencia, Carambarím les dijo que les habían ofrecido auxilio y posada en la casa, pero al unísono se negaron, preferían pasar toda la nochebuena buscando mas leña. José Mari les dijo que era Navidad y que no fueran tan crueles y egoístas, pero que respetaba su decisión y que con gusto les ofrecía todo el carbón que pudieran llevarse. Cascabel ahora se encontraba echado en la alfombra dormitando al son de su ronrón, tal vez pensaba que los cuatro duendes ahí se quedarían.
—¡Sííí!- exclamaron los duendecillos y comenzaron a acarrear trozos de carbón a un pequeño carromato que hablan dejado afuera el cual era tirado por un par de ardillas de colita pequeña arregladas con todo y bufandas.
José Mari se despidió de ellos mientras deseándoles feliz Navidad.
—¡regresa a verme cada año!- le gritó a Carambarím.
Pero se alejaron, quizá no lo escucho debido al viento; en ese momento las luces de un auto se vieron a lo lejos. El abuelo y los demás hablan regresado. La mamá de José Mari le preguntó el porqué de que estuviera fuera y José Mari dijo que tan sólo había salido a ver el cielo, sus hermanas mayores le dijeron que tenía miedo de su cuarto, el abuelo se le acercó y sólo entre ellos dos le preguntó si aún tenia miedo, y él respondió que no. El abuelo notó que el piso estaba sucio de carbón y cuando se iba a acercar a ver una de las niñas lo jaló a la casa.
Al entrar todos en la casa comenzaron a sonreír y preguntarse de dónde había salido tal aroma, ¡qué rico! exclamaron todos... mientras José Mari y Cascabel miraban por la ventana a lo lejos preguntándose que estarían haciendo sus amigos.
Aquella Navidad en la casita de campo del abuelo fue la mejor en muchos años. Por la noche una de las hermanas de José Mari salió muy espantada de su cuarto gritando que había algo en su ventana, el abuelo dijo que seguramente era el mismo caso que el de José Mari, tomó su grueso gabán y salió. A su regreso dijo que no había visto nada, José Mari se acercó y le preguntó que si de veras no había visto nada y el abuelo le guiño un ojo.
—No, no he visto nada...
Al irse todos de nuevo a la cama el abuelo se acercó y le dijo a José Mari en privado, abrazándolo cariñosamente:
—... pero estoy seguro que tendrás una visita muy especial cada Navidad y no será necesariamente Santa Clos.
Y le dio un trozo de carbón tallado con la carita de Carambarím. José Mari sonrió, le dio un beso a su abuelo tomo a Cascabel y se fue a dormir, deseándole a su abuelo feliz Navidad.

FIN.
Dic. 1997

No dejen de visitar la Abadía, subiré otro cuento de Navidad en un par de días ¿algún comentario sobre este?... ¡gracias!

viernes, 12 de diciembre de 2008

Cuento de Navidad, Entrega I

Este es un cuento que como muchos otros se cuenta en vísperas de Navidad, y se desarrolla en la misma época. Sucedió, si es que realmente pasó, en algún lugar que seguramente todos conocemos pero que no podemos recordar cómo se llama, hace ya mucho tiempo; pero no demasiado, aunque puedo equivocarme y quizá pueda estar pasando hoy mismo, en víspera de Navidad...
El fuego de la vieja estufa del abuelo ardía lentamente, pareciera que estaba pacientemente esperando la Navidad, su estructura negra, debido al carbón y hollín semejaba la noche que ahora estaba completamente estrellada. Con imaginación podríamos creer que aquella noche del 24 unos reyes montados en camellos observaban el mismo cielo que vemos hoy. Limpiamos el vaho de la ventana para poder ver afuera, todo es amarillo, las hojas de los árboles se han caído y el piso tiene escarcha, las luces que el abuelo pone fuera brillan y se reflejan en él. Cada año abre el viejo arcón y saca de él recuerdos y adornos que han visto no sé cuantas noches como estas. Aquella nochebuena el mas pequeño de los nietos había escuchado ruidos extraños en la ventana de su cuarto, asustado se negaba a entrar en ella, el abuelo tomó su grueso gabán y salió a ver que qué rondaba la ventana del pequeño. Saludando desde fuera a través de la ventana del cuarto el nieto se calmó y aceptó el cuarto una vez más. Para demostrar su valor el chiquillo decidió pasar ahí la tarde en lugar de ir con sus hermanas al pueblo por algunas cosas que hacían falta, además que le estaba preparando a su abuelo un hermoso dibujo con un nacimiento detallado y toda la familia retratada tomada de la mano.
Una vez que estuvo concentrado en ello escuchó de nuevo un ruido, sabiendo que no podía haber nada afuera no le prestó atención, pero se vio obligado a levantarse al oír un estornudo pequeño. ¡Cascabel! le gritó al gato del abuelo, para saber dónde se hallaba el morro. El minino maulló con pereza desde la recámara del abuelo que estaba frente al cuarto donde estaba el niño, al sentarse de nuevo algo golpeteo la ventana y con espanto cayó al suelo de madera con todo y silla.
—¿Quién esta ahí?- preguntó en voz alta.
El gato entró al cuarto ronroneando, se escucharon unos tosidos viniendo de fuera,
—¿quien va?- gritó esta vez.
La escarcha de la ventana fue limpiada desde fuera en círculo, uno pequeño de unos diez centímetros, con un sonido resbaloso... se oyó de nuevo un estornudo y una diminuta manita tocó en la ventana una vez más de forma rápida y repetida; Cascabel estaba agazapado, asechando lo que se estaba moviendo detrás del vidrio de la ventana. El chiquillo no sabía que hacer, no estaba espantado, no mucho al menos; esperaba encontrar una explicación a lo que veía. Al terminar el golpeteo una carita se asomó por el vidrio. ¡HAA!, gritó con fuerza. El minino farfulló ¡Fuuzzz!. Se escuchó de nuevo un estornudo, ¡atchiz!...
—¡Ábreme! ¡ábreme por favor!- le gritó estando ahí parado en el alféizar de la ventana.
—¿Q- qué eres?
—Ábreme y te digo... Me estoy congelando- dijo la vocecita aguda.
Cascabel maulló en tono amenazador, y el niño se levantó lentamente, con mucho cuidado abrió la ventana y se alejó rápidamente.
—¡Brrrrrr, está helando allá afuera! gracias niño, me has salvado de congelarme.
—Y-y qué eres?...
—¿No sabes nada acaso?, ¿no? cielos, estoy con un ignaro.
—¿Eso es lo que eres?- le preguntó.
—¡Por favor niño! ¡no!, soy un ¡gnomo! ¡un gnomo!
—Los duendes no existen....
—Y qué listo te dijo tal cosa?
—Mi Papá...
—Tú Papa es un ignorante, hemos existido desde siempre, además no soy un duende...
—¿Y si es así donde viven?
—Bajo la tierra, solíamos vivir en paz con ustedes hombres pero a raíz de ciertos conflictos y dos o tres duendes deschavetados, nos vimos en la necesidad de huir y escondernos, ¡hey! agarra a ese animal-
Gritó saltando al escritorio, esquivando a Cascabel que había brincado al alféizar. De inmediato, José Mari tomó al minino y lo fue a meter al cuarto del abuelo, Cascabel farfullando y maullando se resignó al encierro. Al regresar a la habitación, el duende había ya cerrado la ventana y se encontraba frotándose las manos. Con curiosidad y sin dejar de mirarlo le preguntó el por qué de su "visita", por qué razón había huido de su hogar subterráneo. El gnomo jaló la caja de crayones y se sentó, comenzó a explicarle que bajo tierra las ciudades subterráneas de los gnomos se yerguen cerca de los mantos freáticos y ríos subterráneos, otras en los troncos de gigantescos árboles cuyas raíces son mucho muy profundas, y que en estas fechas frías mantienen estos poblados calientes con grandes calderas que mantienen el aire fluyendo a través de ductos y huecos que van a dar a la superficie, el gnomo explicó que habla habido un derrumbe en una de las salidas provocando que se reventara una de las calderas, para que las demás trabajaran a mas de su 100% se organizaron grupos de gnomos para encontrar más leña, debido a que la que tenían ya no alcanzaba, nuestro gnomo Carambarím, había sido parte de una de estas expediciones, pero se había perdido. El niño, José Mari, le ofreció de su leche y le partió un trozo de galleta, le dijo que no se preocupara que seguramente sus amigos vendrían a buscarlo. Carambarím, triste le dijo que ellos tienen prohibido acercarse a los humanos, que si él estaba ahí era debido a que el frío le estaba carcomiendo los huesos. José Mari le dijo que eso era muy triste pero que si él quería, podía pasar la Navidad con él y su familia. Carambarim abrió los ojos y sus grandes pupilas se dilataron.
—¿Todavía celebran Navidad?- preguntó muy asombrado.
—Claro que si, le respondió, ¿acaso en tu pueblo no?
—Sí, sí, sí, respondió, primos lejanos de nosotros los gnomos pequeños, trabajaron con el Obispo Nicolás, fundador dela orden de Santa Clos, y durante muchos años, al morir Don Nicolás, los duendes reclutaban un nuevo Santa Clos, hasta que los hombres nos obligaron a nuestro auto éxodo, la tradición original cambio y en nuestras ciudades aún lo celebramos aunque no lleva un significado tan religioso como el que tenía originalmente, fuimos nosotros los que le dimos a Don Nicolás y todos sus sucesores la magia con la que cuentan.
—Entonces fueron ustedes- le dijo.
Y le contó cómo Santa Clos aún surcaba los cielos en su trineo mágico (regalo de los gnomos), y de como los duendes aún trabajaban con él y hacían los juguetes etc. Claro, pensó Carambarím, por eso se fueron tan lejos allá al Polo Norte, seguramente construyeron alguna villa subterránea y continúan su labor ancestral, la orden de Santa Clos no podía ser tan cruel como para olvidarse de los duendes, José Mari le preguntó a Carambarím si existía alguna forma de llamar a sus compañeros para que vinieran a buscarlo. Un maullido dolido se oyó detrás de la puerta del cuarto del abuelo, José Mari se levantó y rápidamente fue, abrió la puerta y tomó al minino. Entró a la habitación y lo acercó al gnomo diciéndole que era amigo. El gato lo olió detenidamente para después darse la vuelta de regreso a su mullido cesto. Carambarím sin tomarle atención se encontraba con la mirada en alto pensando en alguna forma de que los demás gnomos pudieran venir a ayudarlo, José Mari le ofreció la casa entera para que si el pueblo fuese amenazado de frío la casa sirviera de albergue a la comunidad gnomil, Carambarím se negó rotundamente alegando que el alcalde de su pueblo jamás lo permitiría, después de todo todas las calderas menos una aún funcionaban, aún así agradeció la invitación. Carambarím sonrió ante la llegada de una idea, y le preguntó a José Mari si tenía chimenea en su casa. José Mari respondió que sólo estaba la estufa de carbón del abuelo, Carambarím pensó que sería suficiente y se dirigieron a la sala.

concluirá...

martes, 2 de diciembre de 2008

El Cumpleañosh. Última entrega.

- Por el gran gato rojo, esto será un poco más difícil. Bien tabby, dime, ¿hace cuánto dejaste a tu mamá gata?
- ¿Hace cuánto? No sé, unas... pues... muchas calles. Hace muchas calles.
- Tabby, las calles no son unidad de medida de tiempo. ¿Hace cuantos días?
- Día es cuando la luz está arriba...
- Así es tabby, y noche cuando sale la luna. El tiempo se mide en cuantas veces sale el sol, la luz, o en cuantas noches sale la luna...
- ¿Y cuando no hay luna, no cuenta?
- Sí tabby, sí cuenta, todas las noches cuentan. Así que, ¿hace cuantos días, o noches si lo prefieres, dejaste a mamá gata?
- No lo sé, hace muchas calles y hace más noches. Muchas.
- Verás tabby, los gatos completamos ciclos de vida cada 28 semanas. Una semana, tiene 7 días. Son alrededor de unas siete lunas llenas.
- Cada siete lunas llenas completamos un...
- Ciclo.
- ...ciclo.
- Así es tabby. Y cada siete lunas, cuando un gato completa su ciclo, tiene su cumpleaños. Y se cuenta a partir de que abres los ojos por primera vez.
- Eso fue hace muchas lunas...
- ¿Más de siete?
- No sé, tal vez... no. Creo que no.
- ¿Por qué no? Yo creo que mínimo han de haber pasado ya una vez tabby.
- No. Porque yo no he tenido aliento feo, ni he caminado raro. No, no, y no quiero tener cumpleañosh. Lo odio, el cumpleañosh es malo.
- El cumpleañosh no es malo mi querido tabby. Los compadres actuaban así por algo que ingirieron, que comieron tabby. Yo he tenido muchos, y nunca he tenido aliento desagradable, el gato rojo me libre.
- ¿Nunca?
- ¡Jamás!
- ¿Crees que ya he tenido cumpleañosh?
- Así lo creo tabby, así lo creo. Finalmente mi querido tabby, jamás lo celebraste, jamás supiste que pasó. El cumpleaños es algo que no tiene más sentido que estar contando cuántas lunas has visto. Lo importante, lo esencial tabby querido, es el poder recordar las lunas que fueron verdaderamente preciosas. Tendrás muchos cumpleaños tabby, pero las ocasiones especiales no estarán por fuerza ligadas a ellos...
- No recuerdo hace cuánto abrí mis ojos...-Dijo el gatito con un aire de lamentación.
- ¿Ves tabby? Ni siquiera podemos contar con exactitud los cumpleaños que han pasado. Pero puedes recordar las calles que has caminado y a quienes has conocido en esas calles. Eso tabby, es lo que de veras importa. Bueno, ¿está contestada tu pregunta?...
- Sí. Gracias.- Dijo el gatito, ahora con una sonrisa en su cara.
El gatito dio media vuelta y se fue caminando con pasos ligeros hacía la calle. Tenía que ir por su cajita a la calle de Roberto Gómez, descansar un poco y retomar el viaje. Había tantas, tantas calles que recorrer. Para cuando había llegado a recoger su caja, había olvidado el asunto del cumpleañosh. Pero no olvidó jamás las palabras del gato café, palabras que fueron el mejor regalo de cumpleaños, que el gatito jamás recibió.

FIN

El mejor lugar para leer.

El mejor lugar para leer.
Quien no entre al baño con una buena revista o libro ¿a qué entra?