domingo, 23 de marzo de 2008

Día Zeta parte IV

La gente está en las esquinas, juntándose, primero silenciosos. No ha llegado el transporte público. Muchos muchachos prefieren irse andando debido a la hora. Van a llegar tarde. ¿Alguien ha visto al señor de los tamales? Una chica que camina hacía la esquina maldice al ver la cantidad de gente, voltea ligeramente, le pareció escuchar un cuete tronar ¿qué santo se celebrará hoy?
La patrulla que está arribando a Álvaro obregón escucha claramente lo que reconocen de inmediato como un disparo. No hay nadie en el camión de gas, una de las puertas está abierta, el sonsonete irritante no deja de sonar. Indecisos sobre si quedarse ahí a investigar o ir a la otra calle se miran las caras. La radio truena y se escucha una voz que les comanda ir a la calle Carranza, las puertas de la patrulla se cierran y dejan el camión de gas abandonado. Desde el ángulo que se habían estacionado no vieron la sangre en la banqueta, expandiéndose y corriendo por el canalillo.
En la estación de radio local llegan las llamadas preguntando y quejándose sobre los microbuses y las combis. Son como las siete y cinco, tal vez siete y diez. Llega una llamada más a la oficina de seguridad pública, alguien se queja amargamente de un camión de gas que tiene “media hora” estacionado frente a su casa. El oficial le explica que están tratando una emergencia, que en cuanto sea posible mandará una patrulla a checar el camión de gas. No pide la dirección, está preocupado, ¿a quién le importa un camión de gas? A él le llamó la secretaria de la compañía de gas, no hubo mención del camión, no hay relación alguna con los casos.
La calle Venustiano Carranza es un caos. Tras la patrulla se esconde el oficial de bigotito, y la señora en bata. El oficial con la pistola apuntando directamente a su pareja, quien está completamente ensangrentado. Tiene una herida en su cuello de donde escurre un chorrillo de sangre que humedece el uniforme. Se mueve con mirada perdida, se comienza a poner blanco por la pérdida de sangre, sus manos se contorsionan. La señora grita desesperada una vez más, de su casa sale su esposo con un andar similar, pálido y con un brazo completamente ensangrentado. El oficial de bigotito no sabe a quién mirar, un vecino ha abierto la puerta de su casa y mira a través de una rendija, tiene en la mano un cuchillo de cocina.

No hay comentarios.:

El mejor lugar para leer.

El mejor lugar para leer.
Quien no entre al baño con una buena revista o libro ¿a qué entra?