viernes, 21 de marzo de 2008

Día Zeta Parte III

A las siete de la mañana se recibe una llamada a la estación local de Radio donde alguien quiere reportar unos escándalos. Hay gente en una casa gritando y se escucha como si se estuvieran peleando. Se quejan de que el ayuntamiento no hace nada, que los policías son de cocholate y cosas así. Se menciona que el transporte público está muy mal. Para cuando la patrulla llega a la casa del incidente ven el auto aún encendido y con la puerta abierta frente a la casa. Hay algunos vecinos mirando por la ventana. Uno de los policías sale de la patrulla y se acerca al auto, hay sangre en el suelo. Cuando entra para apagar el motor su pareja no se ha dado cuenta del chisguete de sangre en el parabrisas. Una vecina que observa desde un ángulo desafortunado grita y aún a través del vidrio de la ventana el otro policía, la escucha. Sale con apuro, es uno de esos policías de bigotito y vientre protuberante. No ha dado la vuelta a la patrulla para acercarse al auto cuando de la casa sale corriendo una señora en bata de dormir ensangrentada e histérica. El policía se cae del susto, los vecinos están alterados, dentro de la casa se escuchan ruidos, se rompen vidrios. Otro grito.
En la otra cuadra los señores del gas han avisado por radio a su central el mórbido hallazgo. La segunda llamada que llega a la oficina de seguridad pública es de la secretaria de la compañía de gas. Eso como a las siete de la mañana. La calle es la Álvaro Obregón, paralela a Venustiano Carranza. El otro policía que acompaña al que atiende el teléfono le hace, a manera de comentario, la siguiente observación “¿qué no era esa la colonia donde reportaron anoche la pachanga ruidosa?” y ahí muere el comentario, “no se preocupe, ahorita mando una unidad a su domicilio” 10-4 hay un 23 en la calle Álvaro Obregón. Siendo un posible asesinato el oficial llama a su superior, quien apenas se estaba levantando. La tercera llamada llega, ya son seguramente las siete. Mientras el policía que atendió las anteriores llamadas llama al comandante, el de las cartas levanta el auricular. Una persona histérica intenta de alguna manera describir un acto violento, dónde está, no le entiendo, qué fue lo qué pasó, aja, ya mandé una patrulla, enseguida mando otra al domicilio. La cosa se pone más grave, ahora sí están preocupados, en ese momento el policía logra entablar comunicación con el comandante y le dice con apuro lo que está pasando. El comandante se preocupa y le ordena ponerse en contacto con la patrulla que envió, además de mandar otra más… voltea y se despide de sus hijos quienes están saliendo a la escuela.

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El mejor lugar para leer.

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Quien no entre al baño con una buena revista o libro ¿a qué entra?