domingo, 9 de noviembre de 2008

Cuento Nipón


Vivió en Japón hace ya muchos años. Desde muy pequeño su destino fue elegido por él, y ese era ser guerrero. Nacido en una familia de tradición guerrera fue entrenado duramente.
No cumplía 20 años cuando vivió su primer batalla. Su entrenamiento no le permitió ver los horrores de la misma, no sintió dolor en sus heridas sino hasta terminada la trifulca. Las katanas no se manejan como las espadas tai chi. Sus golpes son duros, cortan de tajo, poco flexibles aunque muy rápidos. Cuando le fueron curadas las heridas tuvo repentinamente un pensamiento ajeno a su entrenamiento. "Por qué pasó".
Quiso saber si sus heridas, si la sangre derramada, era simple consecuencia de su entrenamiento. Si el objetivo de todo era simplemente probar la pericia. Si el oponente estaba ahí para matar o ser matado.
Sin embargo, su manual le otorgaba la respuesta. El Bushido es una filosofía, que nos indica que la muerte es simplemente un paso más dentro de la evolución de la vida. Poner nuestras habilidades a prueba no prueba nada... lo que ponemos a prueba, es nuestro espíritu.
El acero en nuestras manos es una extensión de nuestro espíritu. La voluntad que ponemos en él, le da fuerza y temple. Nuestro oponente opone su voluntad contra la nuestra, y no ganamos nada al derrotarlo, la ganancia está en que ejercemos control sobre nuestro poder aún si esto implica la muerte de otro, quien está, igual que nosotros, preparado para dar el paso al nivel siguiente.
Sin embargo, durante toda su carrera de guerrero, se encontró con días terribles en los que la hoja de la katana estaba pesada de sangre, y el Bushido no ofrecía respuestas. No tenía sentido la matanza, no encontraba sosiego en el desarrollo de su espíritu.
No lo "veía", sólo veía muerte. No fue sino hasta que tuvo a su hijo que vio lo que había ganado a través de esos días sangrientos. Vio el sentido de la vida en otra vida. La muerte como el contraste último para la apreciación de la vida. La conseja del guerrero samurai es que habrá días obscuros. Días llenos de miedo, de incertidumbre, de frustración. Que nuestros códigos no nos traerán consuelo. Pero que servirán para cuando lleguen los momentos de luz y estos brillarán con más ahínco. La vida del guerrero es ardua, y hay días muy obscuros. Pero está nacido para la batalla, para la adversidad... y cada batalla tiene su fin.

Como el árbol eres firme
Como la espiga, fuerte
Con la cara siempre al cielo
Ojos atentos, sentidos agudos
Corazón enorme, rebosante
De voluntad, Espíritu, luz
Cada paso no como el último
Como el primero.
Eleva tus plegarias al cielo
Que se escuche el rugido
El sonido del trueno
Porque el guerrero trae
La tormenta en su ser
En sus manos, su mirada
y su ser completo...
Temerosos de la tormenta
al margen se mantienen
quienes no caminan
la senda del guerrero.

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