miércoles, 25 de mayo de 2011

El águila

Cada mañana de lunes es lo mismo, la pornográfica repetición de un ritual que ha perdido sentido, se forman los muchachos; ninguno quiere estar adelante por razones que van más allá de mi comprensión (yo siempre estuve atrás, queriendo estar delante), se dicen chistesitos y rara vez sacan las manitas de las bolsas del pantalón. Las niñas de la escolta en una marcha a medias (no vaya a ser que enseñen mucha pierna) recorren el reducido patio mientras la que porta la bandera (que técnicamente no pertenece a la escolta, pues es la escoltada) cuchichea con la de junto y en el momento en que dan la espalda a los profes sonríen por alguna intrascendencia adolescente que les causa algún tipo de gracia. No puedo decir que entonamos el himno Nacional, digamos que lo balbuceamos, escucho que los alumnos ni siquiera pronuncian adecuadamjente algunas frases "y retiemblen sus centros" "ciñe oh patria en tus sienes" "profanar con sus plantas su suelo" además les he preguntado qué significa, por poner un ejemplo muy simple "bridón" y ninguno, cero por ciento, lo sabe. A lo lejos, los estudiantes de licenciatura (trabajo en una escuela mixta) ríen y echan relajo mientras termina nuestra "ceremonia" esperando que el chamaco que lee el "programa" termine de tropezarse con cara palabra que no entiende de las veinte que conforman el discurso, para seguir jugando futbol en la canchita-por-el-momento-convertida-en-plaza-cívica.
Cuando era niño, mi abuelo nos hacía ponernos de pie si en la TV ponían el himno Nacional. Creo que exageraba un poco, hoy no me pongo de pie si escucho el himno en la TV, pero definitivamente lo haría ante cualquier evento cívico propio o ajeno y guardaría la mejor compostura que la circunstancia me permitiese. Pero, ¿por qué?.
A caso soy fiel patriota, quizá soy uno de esos mexicanos que quiere a su país por sobre todas las naciones, podría ser que a mi edad la repetición de tantos años como estudiante simplemente está en mi ADN, en mi subconciente, tal vez soy un mexicano que sabe lo suficiente de historia nacional para saber no sólo lo que significa el himno nacional sino incluso su origen... vaya, todos hemos visto la película y conocemos el clásico mito histórico de que la novia de González Bocanegra lo encerró a terminarlo y que Nunó ni mexicano era. En conclusión creo que ninguna de las razones anteriores me hace sentir respeto por la bandera y el himno. Porque lo siento. 
No fue la educación de mi abuelo ni la repetición ad nauseaum, no soy un mexicano tradicionalista y mucho menos nacionalista. No le echo porras a la selección nacional (ni me siento identificado) ni exclamo "ganamos" cuando algún destacado deportista obtiene una medalla en las Olimpiadas. No siento feo que haya mexicanos muertos en desastres naturales ocurridos en el extranjero ni me preocupan los que viven en lugares donde estalla una guerra. Demonios, no me interesa lo que haga mi vecino. Luego entonces, por qué este tipo siente que cantar el himno significa algo, que esa bandera es un blasón que representa ciertos valores.
Debe ser, y conjeturo, que he leído lo suficiente como saber que detrás de esos símbolos (no, no en el sentido monográfico), de esos signos semióticos, hay actos trascendentes que definieron lo que es mi casa.
Miguel Hernández en su Canción Última lo dice mejor de lo que yo podría explicarlo jamás: "Pintada, no vacía, pintada está mi casa / Del color de las grandes, pasiones y desgracias" Esos colores son el verde, el blanco y el rojo, y no, no en el sentido poético de concursillo de declamación de escuela oficial. En el sentido más humano posible, en el sentido que tiene la vida cuando necesitamos poner todo lo acontecido en un signo que puedas admirar, no con admiración de idolatría, con admiración estética, de aprecio, de un alma humana a otra, a muchas. Si leyeron Historia de Dos Ciudades sabrán lo que es esa emoción de leer la toma de la Bastilla, y lo mismo sucede al leer, por poner un ejemplo, Corazón de Piedra Verde o Tierra de Volcanes (irónico escritos por extranjeros) y enterarse, si bien de manera parcial y editada, de lo que fue construir una Nación. No es la mejor ni la más grande, pero diantres es nuestra casa. No la amo, no puedo decir "yo amo a México", por principio porque es un abstracto cultural que divide y separa a los seres humanos de los países del sur y del norte (de otros continentes también) e impide que seamos todos iguales. Pero es genial saber que si cada nación tiene su historia de lucha, sus pasiones y sus desgracias, aquí hubo personas cercanas, parientes tuyos, que fueron parte de esas historias que movieron a que tengamos narraciones maravillosas y una cultura de la que sí podemos sentirnos orgullosos.
Qué lástima que la transmisión de toda ese cúmulo (porque es exagerado tacharlo de riqueza) de elementos culturales sea a través de la repetición sin sentido, mecánica y desganada. Sin embargo, dijo Sócrates que "el que sabe lo correcto actuará correctamente" y creo que si yo puedo cantar el himno cada lunes de manera consuetudinaria y sentir como retumban los cañones en mi imaginación es porque tiene sentido, es decir, sé bien lo que dice, lo que expresa, lo que hay detrás y todas esas pasiones y desgracias no se van a borrar de mi ser nunca, mi cultura, comenzando por algo tan simple como mi dioma, son perennes. No soy mexicano, tengo una conciencia mexicana, que es distinto. Al mismo tiempo, no reniego de mi mexicaneidad, pero tampoco puedo decirme mexicano si en mi cultura (que me hace quien soy, me define) hay otros muchos colores. Mi casa cultural y espiritual está pintada con los colores de otras naciones, algunas incluso ficticias. Mi pensar construido a través del pensamiento griego y oriental, sumado a cientos de referencias más de tamaños varios. Siempre en continua contrucción y modificación.
No puedo decir que soy mexicano porque no es honesto. Eso sería limitarme y delimitarme en un conjunto cultural del que soy parte pero no exclusivo. Soy un ser humano, nacido en esta casa llamada México, pintada, no vacía, del color de las grandes pasiones y desgracias.

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